Entre gatos universalmente pardos comienza en medio de una casa a orillas de la playa. Es una casa a merced del viento y la soledad. A medida que transcurre el documental, nos damos cuenta de que la vida y obra de Salvador Benesdra es como este hogar aislado. Él mismo se ha convertido con el tiempo en un autor de culto por su obra tan breve pero que marcó a una generación con su escritura y sus posturas intelectuales.
Por un lado, el documental se beneficia de construir las distintas máscaras del escritor. Se alude a las amplias aristas de su novela El traductor por el frente político y el amoroso, conocemos al Salvador que estudiaba Psicología, al erudito que sabía siete idiomas, al Salvador escritor, al político y al amante. Cada testimonio da cuenta de las máscaras de Benesdra sin temor a proveer detalles sobre sus crisis profundas.
Pero, por otro lado, esta diversidad de máscaras termina por retratar un panorama irregular en ritmo y en alcance. No está mal que la investigación haya sido separada en diez capítulos y un epílogo. Esto le brinda claridad al resultado. Pero hay momentos, como la conversación en el capítulo IX, que no parecen llevar a un sitio muy certero sobre la figura de Salvador. Ya la película deja de correr suficientes riesgos al acudir a las “cabezas parlantes” para indagar en un autor fascinante. ¿Para qué además incluir un debate que no da muchas luces sobre este?
Es una lástima que el documental no cuide más los aspectos técnicos para entrevistar a los vinculados emocional o laboralmente con el escritor de El camino total, una suerte de libro de autoayuda a contracorriente. Este descuido podría leerse como el desenfado propio en la vida de Benesdra, relatado por varios de los que dan testimonio. Pero no deja de ser una distracción. Por ejemplo, pese a las tantas fotos donde él aparece (imágenes que siempre resultan un disparador para hablar de lo perdido), varias de ellas las vemos dos veces, lo que les resta el encanto y la precisión de la primera vez.
El documental de Finvarb y Borenstein aprovecha el material de archivo y no solo las fotos. Alternando con las entrevistas hay fragmentos de videos caseros donde Benesdra habla sobre diversos temas. No es muy fácil distinguir su rostro, aunque los subtítulos nos ayudan a entender sus palabras. Ante estos videos, pareciera que estamos observando a través de una puerta entreabierta que amenaza con cerrarse.
Hay, finalmente, un punto fuerte a favor de la película: la curiosidad hilada minuto a minuto en pos de la lectura de la brevísima obra de Benesdra. El interés por leer sus dos libros va más allá del morbo que el documental hurga con sobriedad. Se trata de acercarse a una vida ligada al dolor psíquico, consciente, nunca evadido y mucho menos victimizado. Pocas veces adolecer es entendido como una circunstancia a la que se debe abrazar. Que el documental sea capaz de mostrar esta postura por parte del autor investigado y que exponga posiciones enfrentadas con su obra, así sea lateralmente, invita a una visión compleja.