Pese a que su único trabajo de ficción, El traductor, ha sido reeditado recientemente, y que no pocos comparten la opinión de Elvio Gandolfo acerca de que se trata de “la mejor novela de la literatura argentina”, el de Salvador Benesdra sigue siendo un nombre ajeno al gran público, quizá destinado a pertenecer a la ilustre categoría de los autores de culto. Pero además de sus virtudes literarias, este psicólogo, periodista y escritor tuvo una vida que merecía un documental como Entre gatos universalmente pardos.
Dueño de una inteligencia fuera de lo común, políglota (dominaba siete idiomas), orador implacable, Benesdra era una de esas personas cuyo trato es difícil de olvidar. Con una trágica particularidad: desde su juventud tuvo brotes psicóticos que, finalmente, lo llevaron a suicidarse en 1996, a los 43 años, antes de ver publicada su novela, que había sido finalista del premio Planeta y rechazada en varias editoriales por sus escasas posibilidades comerciales.
Ariel Borenstein y Damián Finvarb recabaron testimonios como para abordar la figura de Benesdra desde la mayor cantidad posible de ángulos: el literario (hablan Gandolfo, Silvia Plager y Raquel Garzón, entre otros), el político (compañeros de militancia trotskista), el periodístico-sindical (ex compañeros de Página/12) y el personal (amigos íntimos como Alejandro Mantero, y dos de sus ex parejas). Un procedimiento convencional que al aplicarse a un personaje como Benesdra puede tener resultados extraordinarios.
Estas voces están acompañadas por algunas imágenes de archivo increíbles, como los videos caseros en los que él mismo se filmó imitando su modo de hablar en las asambleas.
“Te hacía pasar de la euforia a la vergüenza ajena”, dice alguien sobre esos discursos en los que convivían la lucidez y un delirio del que Benesdra era consciente. Al punto de que su frase al separarse de una de sus mujeres fue: “Que mi locura no mate la capacidad de amor que hay en vos”.