Parte de la religión
El director de La vida de Jesús, La humanidad y Flandres continúa con su cine austero (de indudable espíritu bressoniano) y con su apuesta provocadora al narrar esta vez la historia de una joven parisina de clase acomodada -hija de un político y ministro- obsesionada hasta la autoflagelación por su vocación religiosa.
Quizás menos sórdida que sus trabajos anteriores, pero no por eso menos inquietante en su exploración del misticismo, del fanatismo religioso y de las tensas, conflictivas relaciones entre lo cristiano y lo musulmán, Hadewijch es una de esas películas que dividen aguas y que están destinadas de manera casi inevitable a la polémica más encarnizada (y bienvenida).
Luego de ser rechazado su ingreso a un convento de clausura por las monjas a cargo, Céline (Julie Sokolowski, otro interesante descubrimiento actoral de Dumont) se relaciona con Yassine (Yassine Salihine), un muchacho árabe que la corteja y que poco a poco la va acercando a su hermano mayor Nassir (Karl Sarafidis), uno de los líderes de la comunidad ligado a un grupo de musulmanes fundamentalistas.
El film ofrece algunas escenas de notable profundidad e inteligencia psicológica (exponen la "iluminación" y cierta autoconciencia de la protagonista), que permiten ir acompañando con iguales dosis de fascinación y angustia el derrotero de esta joven.
Sin cargar las tintas ni caer en la obviedad o el subrayado, con el habitual rigor de su puesta en escena, el realizador francés se sumerge en cuestiones candentes como la descontención (desconexión) que sufren muchos jóvenes, mientras analiza las vinculaciones entre religión y terrorismo. Tras su paso por el reciente BAFICI, su estreno comercial resulta una verdadera rareza que merece ser celebrada.