Tras la muerte de su padre, tres hermanos deben hacerse cargo de la producción de vinos de su finca en Borgoña. Pero además, deben reencontrarse, casi volver a conocerse, después de que el mayor, Jean, regrese de un largo paréntesis por el mundo. Entre viñedos amenaza con ser uno de esos films pintoresquistas, que se regodean en sus paisajes de verdes infinitos, musicalizados para la ocasiòn. Sin embargo, lo más potente es lo que pasa entre cuatro paredes, con esos tres personajes que se crecen a medida que los conocemos y se conocen entre sí. Y mientras llevan a cabo el proceso de vendimia, que por cierto es un placer observar. Gente que sabe mucho de vinos pero desde la cuna, como por naturaleza, campesinos, antisnob pero refinados, de nariz sutil, enfrentados a lo que se les viene con la orfandad: deudas por pagar y la decisión de vender o seguir con la empresa familiar. El director Klapisch mantiene la distancia emotiva en el punto clave para equilibrar su drama familiar con el interés por el metier de los protagonistas. Y sí, dan unas ganas terribles de tomar un buen vino.