Amor sin redes
Eso que nos enamora (2018), dirigida Federico Mordkowicz, es una película de índole intima que intenta hacer un esbozo sobre el amor y el desamor sin convertirse en un drama denso. Con un estilo muy bonaerense ofrece un aire jovial y colorido que le hace respirar cierta vitalidad. Un tanto naiv, un tanto ligera, una comedia romántica actual con vaivenes dramáticos desiguales y atractivos personajes.
Ariel (Benjamín Rojas) acaba de separarse de su novia y necesita buscar una casa. Llega donde su primo (Carlos Portaluppi), quien está por abrir un bar en su propia casa, y ahí empezará una elegía por su depresión. Ariel ayuda a su primo en la inauguración, mientras éste lo anima a olvidarse de su exnovia, le presenta mujeres y lo hace volver a pisar tierra para ver si así se repone. Sin embargo, Ariel decide irse de la fiesta de apertura a su habitación y ahí encuentra dormida a Noemí (Paula Cancio), una chica desconocida. Pasan la noche juntos y producto de ese encuentro azaroso Ariel comienza a reflotar. Noemí vendrá para salvarlo aunque ella tiene un pasado oculto que irá mermando en esa nueva relación inhóspita que surge entre los dos.
Es interesante que la película tiene una estética muy clara y que sigue esa línea hasta el final. No obstante su montaje de estilo clippero, -pantallas divididas, jump cuts abruptos sobre la misma situación-, hacen que se aligere el drama. Sobre todo porque el corte hace hincapié en escenas que solo sirven de transición. Y puede ser aceptado, pero es utilizado para resolver de manera errónea determinadas situaciones que hubieran resultado más poderosas si se hubieran mantenido con un montaje más directo y realista. Lo que sucede es que opta por seguir la estructura de la comedia norteamericana, con un tratamiento variopinto para su conflicto, y con ello cae en algunas convenciones y diálogos típicos.
Por otro lado, hay recursos llamativos como mostrarlo a Ariel obsesionado con la imagen de su exnovia en Facebook y perdiendo contacto con su alrededor, o el juego entre los personajes secundarios (quizá lo mejor) con el primo como contrapunto necesario. Sin embargo, a la película le cuesta sumergirse un poco más, se queda en lo superficial, más cuando aún no se ha terminado por generar empatía con su protagonista. Y a lo largo de la película se convierte en el gran problema de la película, que ronda entre caer en la languidez por ser muy naiv e insegura en su concepción de la puesta en escena y ser solo una película íntima, cumplidora y nada más.
Al final, la aparición de Noemí (la rubia fotógrafa y con problemas emocionales, como el sueño de todo hombre separado) tomando la posta del argumento, hace que todo se llene de otro matiz. La película se envalentona, Noemí cumple la expectativa y en esa pareja que forma con Ariel, consiguen una agradable química que si bien le cuesta arrancar, no se vuelve del todo un sinsabor.
En el deambular, en las conversaciones -aunque también sean previsibles- sigue por un camino que podría decirse que es acertado. Hay guiños a otras películas como Alta fidelidad (High Fidelity, 2000), Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995) y a cierto estilo francés en el deambular romántico como gancho de una aventura amorosa. Y está bien, no llega a una gran maestría pero consigue una buena escena sorpresiva y melodramática donde se revela el conflicto. Así emociona y cumple con lo que prometió desde el principio.