Tras su paso por la Competencia Argentina del Bafici, se estrena Familia, docuficción donde Edgardo Castro (La noche) vuelve a bucear en lo íntimo para narrar vida(s).
En el comienzo lo vemos a Castro (protagonista, guionista, director) cortándose el pelo, manejando en la ruta para visitar el santuario del Gauchito Gil, comiendo en el camino, durmiendo en un hotel al paso hasta arribar a la casa de sus padres en el sur. Pareciera alargar el tiempo de llegada a destino. A partir de allí (casi) todo transcurrirá entre esas cuatro paredes en las vísperas de una navidad y un cumpleaños familiar.
Toda familia (especialmente en los últimos tiempos para el arte) es disfuncional. Y ésta no es la excepción. Más que la incomunicación entre sus miembros, lo que sobresale directamente en este documental es la no comunicación, mientras el sonido ambiente si no es ensordecedor, al menos, es invasivo (celulares, música de juegos, programas de televisión, etc.), los intercambios verbales no son escuchados o no comunican o se muestran innecesarios para esa función y, ya resignados, los emisores actúan producirlos para “hacer” que hablan.
Nada de lo que se muestra reviste carácter relevante, la cotidianidad familiar asfixia y va consiguiendo un extrañamiento que embota y agobia, pero la puesta en escena no recarga las tintas con burlas o juzgamientos (los personajes son personas y hay cariño por encima de todo) por lo que el momento de la narración de la telenovela está un poco fuera de tono (busca sólo la risa fácil y cómplice).
Es un logro del director que la cámara se invisibilice y extraiga de la rutina y la nada extractos de vida, aunque, también es cierto, para ello no pueda evitar estirar algunas escenas, abusando del tiempo o acumulando situaciones que repiten los efectos ya conseguidos. Como en La noche, Castro vuelve a mostrar que los finales (siempre un ítem difícil) son lo suyo. Desoladores y angustiantes.
Borrando los límites entre la ficción y el documental, Castro entrega, en los mejores momentos del film, un descarnado pero tierno retrato de familia, aunque no logre evitar en otros teñirlo del tedio que registra.