Sokurov pretende dar su visión personal acerca del mito del célebre hombre que vende su alma al diablo en esta nueva película que se estrena comercialmente en Buenos Aires.
En esta película Sokurov pretende dar su visión personal acerca del mito del célebre hombre que vende su alma al diablo. En la literatura fue Goethe quien llevó a cabo magistralmente esta tarea.
En la obra de Goethe aparece reflejada la contradicción presente en la humanidad entre los impulsos irracionales -entre ellos los sentimientos en su faceta más cruda pero también las interpretaciones y codificaciones de la religión, la magia y el arte- y la Razón ponderada por la modernidad como medio privilegiado de acceso a la verdad. Los sentimientos caóticos y el oscurantismo son representados por Mefistófeles; Fausto, por el contrario, es un personaje dual e internamente desgarrado por una tensión en apariencia irresoluble, recordemos que Fausto es un hombre versado en las ciencias y como tal aspira al ideal del conocimiento verdadero, pero en tanto que ser humano también desea una felicidad más terrena y sensual hasta el punto de vender su alma al diablo para alcanzarla, el gran tema de Goethe es la resolución de la tensión por medio de la redención de Fausto, de la salvación de su alma.
En el film de Sokurov el diablo es un ser moralmente mezquino y físicamente maltrecho, más cercano a un usurero capitalista que a aquel fascinador artista del engaño ideado por Goethe; Fausto también dista del romanticismo idealista que caracterizó al héroe goetheano, él sospecha que no hay vida ni recompensa eterna, entiende que su vida es tiempo. Equiparándose al diablo termina por transformarse en un embaucador y un comerciante; la mercancía que se negocia es el tiempo que a cuenta gotas le roba a la hora de la muerte.
En la obra goetheana la importancia de la temporalidad no es tan grande, conforme a la concepción cristiana, la finalidad del tiempo es su propia aniquilación, su vuelta a la eternidad; de ahí que se torna tan importante salvar el alma. Por el contrario, en la modernidad se transforma en la materia prima del trabajo humano pasible de ser medido, controlado, vendido o comprado. En este sentido podemos decir que en la película la relación entre Mefistófeles y Fausto deviene negociación capitalista: el diablo lucha por acortar la vida de Fausto, por robarle su tiempo; Fausto por dilatar la espera que llevará a la consumación del placer, y así extender su existencia.
En la película también hay referencias a la forma en que la ciencia y la técnica mutilan el cuerpo, con el amor reducido a la sexualidad y esta última a pura genitalidad -las imágenes de un pene colgando de un cuerpo muerto al comienzo de la película y la exposición de la vagina de Margarita hacia el final son ejemplos de dicha reducción- cualquier encuentro profundo entre un hombre y una mujer queda imposibilitado.
Todo esto hace de Fausto una película un tanto desoladora quizás un signo de los tiempos, a diferencia de la obra de Goethe, donde los momentos oscuros eran transitorios y el sufrimiento tenía como finalidad la salvación del alma.
Por último y en relación a los recursos específicamente cinematográficos Sokurov opta por exacerbar el elemento visual; no es que la película carezca de diálogos -éstos son más bien internos del protagonista consigo mismo y hay muchos parlamentos destacables- sino porque las imágenes son tan potentes que bastan para representar por sí mismas las tensiones en el alma de Fausto.