Antes que el diablo sepa que estás muerto
El gran director ruso que sorprendiera al espectador argentino con una maravilla de estética indiscutible en su “Madre e Hijo” (1997), para volver con otro estilo a asombrar con “El Arca Rusa” (2002), retoma la temática del poder en la que incursiono en otras producciones cerrando una tetralogía sobre la misma, sin dejar de lado otras temáticas ni traicionando sus propios formalismos.
Las tres anteriores comienzan con “Moloch” (1999), cuyo personaje principal era Adolf Hitler, luego “Taurus” (2001), haciendo una radiografía de Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin, y por ultimo “El Sol” (2005), sobre el Emperador Hiroito del Japón, a fines de la segunda guerra mundial.
Si bien ahora su personaje es de ficción, Alexsandr Sokurov realiza, a primera vista, una relectura del más famoso texto de Johan Wolfgang Von Goethe (1749-1832), cuya primera parte data de 1808 y la segunda conocida en 1833. Este Fausto tiene algunos puntos de contacto con la primera tragedia escrita con ese personaje, debida al autor inglés Christopher Marlowe (1564/1593), la obra teatral “La trágica historia del Dr. Fausto”. En esta primera versión, cuyo estreno data del año 1592, el recorrido ávido del personaje esta más centrado en las ansias de conocimiento que en el poder, los placeres, u otros elementos de seducción que el “diablo” le ofrece al personaje a cambio de la venta de su alma.
La necesidad de saber, estas ansias por el conocimiento, del saber mismo, es lo que llevará al Dr. Fausto a caer en las “garras” del diablo.
Por supuesto que también se reconoce la traslación al filme del texto del dramaturgo alemán, sobre todo de los personajes principales como Wagner (Georg Friedrich) el discípulo, Margarete (Isolda Dychauk) la amada, hasta el hermano de esta, Valentín (Florian Brückner), con un agregado de lujo, la gran actriz alemana Hanna Schygulla interpretando a la amante del Demonio, en el que se destaca no sólo por su versatilidad actoral sino que mucho dice del personaje su diseño de vestuario en cada una de sus apariciones, modificando su estilo pero no la esencia del mismo.
Pero lo más importante de esta producción se lo encuentra no tanto en “lo que cuenta”, sino en la búsqueda y el riesgo estético-estructural– narrativo que asume para realizarlo.
Trabajada en formato casi televisivo, cuyo estilo de filmación y proyección es netamente cuadrado, dejando de lado el formato rectangular cinematográfico, pasando por el uso variable de lo netamente cromático, atravesando de colores pasteles, a otros con ausencia de colores y trabajado en blanco y negro o simplemente grises. Como así también apoyándose en la diferenciación de usos de distintos lentes, deformando la imagen, en sentido estrictamente narrativo, en escenas donde se instala el engaño al Dr Heinrich Fausto (Johannes Zeiler) producido por Mefistófeles, encarnando al Prestamista usurero (Anton Adasinsky). Esa distorsión de la realidad está asimismo sostenida por el diseño de sonido, la banda sonora específicamente, que además da cuenta del propósito que promueve el realizador.
Si bien la tragedia la encarna el personaje, la vive el espectador. Este recurso hace que los concurrentes a la sala queden casi hipnotizados, no sólo por el texto sino también por la propuesta.
El relato se abre con una escena por demás movilizadora. Si bien nos instala con un plano casi cenital en el pueblo en que transcurrirán las acciones, rápidamente se introduce en el estudio de nuestro héroe, al que vemos diseccionando un cadáver en busca del alma, esa alma que terminara ofreciendo al diablo con el sólo fin de conseguir cumplir su deseo, que al final de la historia se ve modificado por uno más común, más carnal, más terrenal. Una Mujer, Margarete
De lo único que se podría decir que peca el filme es en la cantidad de diálogos que fluyen de la boca de ambos personajes, que por momentos detienen la imagen y se respira aire teatral, aunque en otros se desarrollen en lo que podría ser una road movie, un viaje iniciático, pero no terminal, del Dr. Fausto.
Definiendo se podría decir que lo que nos esta mostrando Sokurov es que hay que convivir con el horror nuestro de cada día, puesto en la boca del ayudante de Fausto…“El bien no existe, pero el mal, si…”