El filme de un gran director
Cine que entronca con la Madrecita Rusia, el frío germanismo y la racionalidad de nórdicos como Dreyer o Ingmar Bergman, "Fausto" es una película dura, sin concesiones, densa, difícil para impacientes, imperdible para los amantes del cine.
Cuando hablamos del director ruso Alexander Sokurov ("El Arca Rusa"), podemos asociar su imagen con notables directores como Fellini, Bergman, Tarkovski, Onkasalo o Murnau, porque es capaz de crear un mundo absolutamente original.
El filme es parte de su serie de obras sobre el Poder. Basado en la obra de Goethe, Sokurov y sus adaptadores dan una personal versión de la obra. Aquí está el investigador obsesivo que quiere establecer los límites entre vida y muerte, conocer el universo y dominarlo. Y también el Diablo que lo tienta, la féerica amada Margarita, la imposibilidad final de conocer y sin embargo, la necesidad de continuar.
Descenso a los infiernos que desplazará en el Festival a Shame, otro descenso al Infierno del director Steve McQueen con Michael Fassbender; esta búsqueda hasta lo profundo, de la identidad, de la validez del alma, va, como en las estaciones medievales, hacia un imprevisible final.
Si el comienzo acentúa el desprecio del cuerpo (regodeo en la manipulación de las vísceras humanas), el final revaloriza esa búsqueda en la vida que, pese a los esfuerzos, los logros y los efímeros momentos de felicidad, avanza hacia el abismo, igual para todos.
BIEN LOGRADA
Con diálogos mínimos, pero profundos, y un tratamiento visual que deslumbra, Sokurov estructura un nítido y oscuro retrato del mundo medieval, sintetizado en algunos interiores, una plaza y una iglesia; hasta la alucinada escena final de los géiseres, dantesca llegada al infierno en la tierra.
Escenas inolvidables como la del homúnculo boqueando como un pez tratando de sobrevivir, luego de su imposible conservación, la de los baños públicos con el ladino demonio de sorprendente desnudez o el onírico final, hablan del talento de uno de los grandes realizadores del siglo XXI.
Cine que entronca con la Madrecita Rusia, el frío germanismo y la racionalidad de nórdicos como Dreyer o Ingmar Bergman, "Fausto" muestra gigantes de la actuación, Anton Adasinsky y Johannes Zeiler, la recordada Hanna Schygulla (cantante y estrella en los filmes de Fassbinder), suerte de alocada madama medieval y una virginal adolescente mezcla de la Ofelia shakespeariana y la Isolda celta, de la cual hereda el nombre, Isolda Dychauk, en la escena del enamoramiento en primerísimo plano tratada por la fotografía de Bruno Delbonnel, tiene una magia adicional.
Dura, sin concesiones, densa, difícil para impacientes, imperdible para los amantes del cine.