Carla arriba a Córdoba, se toma una cerveza, llega a una casa sin dueños a la vista y se recuesta en una reposera de mimbre. Espera, dormitando, a que llegue gente. Cuando lo hace, el recibimiento es demasiado tibio, y la joven Martina es recibidora de un sentido pésame para, momentos después, entrar hecha una tromba a la casa al grito de ¡Quién mierda la invitó, la puta madre! Así comienza Fin de semana, un drama familiar con una carga sexual más que erótica, que delinea a la dupla protagónica en más de un sentido.