Se presumen inocentes Con guión y dirección de Julio Midú y Fabio Junco, Flores de ruina (2013) retrata la historia de tres hermanas que viven en un campo, ubicado en algún recóndito lugar de la provincia de Buenos Aires. Todo cambia cuando la aparición de un criminal transforma la quietud a la que, supuestamente, están acostumbradas. Desde el principio, Flores de ruina deja en claro quién es quién. Porque ya la primera escena le informa al espectador qué hicieron las tres hermanas, solteras y ancianas, interpretadas por las actrices Ellen Wolf, Nélida Augustoni y René Regina. Si bien no se precisa por qué tomaron esa actitud en contra del dueño del campo en el que viven, se sabe que tuvieron algo que ver con su desaparición. La edad y la fragilidad que aparentan, les servirá para enmascarar el hecho. Que será el primero de varios. El escenario rural acompaña la rutinaria vida de las protagonistas, que ocupan las horas con la cocina, la máquina de coser y los viajes al pequeño centro del pueblo. Pero esa tranquilidad no es el único denominador común de la película. Diversos sucesos, entre los que se destacan la aparición de una valija llena de dinero y la sorpresiva llegada de un delincuente a la casa de las mujeres, completan una historia atractiva y llevadera. “Pueblo chico, infierno grande”, es una frase que resume parte del argumento. Son pocos habitantes y la mayoría se conoce, sin embargo, hay espacio para los secretos y las mentiras. Además, el silencio del lugar, las amplias distancias y la soledad, se transforman en cómplices de la narración. Midú y Junco consiguen generar diferentes climas, aunque el que cobra más relevancia es el suspenso. Siguiendo esa línea, probablemente fue intencional mantener reservados aspectos privados de la vida de las hermanas, como por ejemplo, datos sobre cómo transcurrieron su infancia y juventud. Pero quizáshubiera sido efectivo proporcionarle esa información al público. Principalmente, para que pueda comprenderlas o juzgarlas más en profundidad. Flores de ruina es una comedia negra con todas las letras. Los momentos de suspenso están bien logrados, y la comicidad está presente en aquellos instantes en los que parece impensado que las ancianas sean victimarias. Y posiblemente, inimputables.
En el contexto del proyecto Fundación Cine con Vecinos de Julio Midú y Fabio Junco, llega Flores de Ruina, película que redefine unas cuantas cosas, incluyendo la palabra amateur. El contexto en el que surge esta película, es en los llamados Talleres de Cine Express, una búsqueda independiente y espontánea de contar historias de los vecinos de nuestro país (aunque la experiencia ya se ha extendido a Ecuador, España, Francia, Paraguay y Uruguay) y permitirles a ellos mismos ser los protagonistas de las mismas. Lo paradigmático del film (del proyecto en sí, diría yo) es que no se contenta con la clásica mirada de “historias simples” que tiene el cine independiente argentino, el cine barrial incluso, como por ejemplo el de Raul Perrone, sino que justamente permite explorar historias sórdidas, personajes muy oscuros y situaciones bastante violentas y bizarras. Flores de ruina nos cuenta la historia de tres hermanas bastante particulares, que conviven bajo un mismo techo, y que tranquilamente podrían ser las hechiceras de una película de terror. Viven con un contacto apenas existente con el exterior y sobreviven gracias a algunas manualidades que realizan. Todo esto cambia cuando un criminal prófugo se les atraviesa en el camino, generándoles tantos problemas, como promesas de un futuro mejor, mientras que en el vinculo que se genera, las hermanas van dejando que aflore su personalidad, explorando entre las tres esa situación de convivencia tan particular. Mas allá de lo duro de las actuaciones de Flores de ruina (nada cercano a un actor siquiera amateur) los climas que se logran son muchas veces interesantes, y el producto final se vuelve mirable, aunque mas no sea por darle una oportunidad a este proyecto tan interesante que se plantea en nuestro país.
Dirigida por Julio Midú y Fabio Junco, es una comedia negra original, por momentos delirante, con aciertos originales, algunas vacilaciones y reiteraciones, pero en el balance general resulta una regocijante película.
Raras ancianas de pueblo Con algunos ajustes en el guión y los diálogos la película lograría ponerse a la altura de la atmósfera que genera, su mayor logro. “Ramírez, el campo es nuestro”, se escucha en off en la primera escena. Y aparece una pala ensangrentada. Y la presencia intimidante de tres mujeres mayores, que en otro ámbito provocarían, tal vez, ternura o compasión. Viven en el campo, manejan una Chevrolet Apache, hablan de comidas, se clavan uno que otro licor por las noches pero no tienen plata ni para hacer servilletas mientras aspiran a mantener cierto aire aristocrático. Las tres mujeres son el motor de Flores de ruina, la nueva película que los prolíficos Julio Midú y Fabio Junco, a través de su elogiable Fundación Cine con Vecinos, traen a las salas. La confirmación de una manera de hacer cine que ya lleva 25 largometrajes nacidos de su lugar en el mundo, Saladillo. Volvamos a la película, una comedia negra que apuesta a la bien lograda atmósfera que generan estas tres veteranas de armas tomar (Nélida Augustoni, René Regina y la actriz Ellen Wolf). Habitantes de un pueblo conmocionado por la apertura de El cacharro, un garito donde pasa de todo, ellas están a la altura de las circunstancias. Andan a los tiros, en este páramo que cambió mucho, donde proliferan los ajustes de cuentas, y donde indefectiblemente se toparán con el malandra más buscado del lugar. Juegos de intrigas, necesidades mutuas, apariencias que engañan, en una trama donde hay muertes, mucha pala y entierros al por mayor para guardar las apariencias. Sin cuestionar el dignísimo trabajo de los vecinos, por momentos hay giros previsibles en el guión y algunos diálogos inconsistentes. Esto se explica por el modo de trabajo de los directores / guionistas, que por lo general liberan a estos actores no actores para que armen los diálogos con sus propias palabras. La espontaneidad gana en frescura, pero a veces atenta contra la solidez narrativa. Y en el caso de Flores de ruina, se produce una excesiva teatralización de algunas escenas, que por otro lado es clave para la atmósfera que busca transmitir la película. El avance formidable en la calidad fílmica de Midú y Juncos, a esta altura de su carrera, amerita estas exigencias. Más allá de esta historia encerrada que confirma el dicho de pueblo chico infierno grande y nos recuerda que la ancianidad no siempre es sinónimo de ternura.
Una flor rara y bella para el cine nacional La acción transcurre parsimoniosamente en las afueras de un pueblo. Pasan los autos, los pajaritos cantan, las viejas se levantan. Para decirlo un poco más completo: pasan los autos tiroteándose a la salida del casino, los pajaritos cantan, las viejas se levantan después de enterrar a más de uno. Tanto usan la pala como la escopeta, la máquina de coser como la camioneta. El pueblo ya no es lo que antes era, dice la hija del almacenero, módicamente alarmada. Pero el padre sigue caminando tranquilo, total la clientela tampoco tiene apuro. Si la más vieja de las tres hermanas viejas presencia un tiroteo, ni se espanta. Mira un poco intrigada. Ellas no van a cambiar demasiado su rutina porque un criminal medio veterano necesite un aguantadero, y uno más joven quiera recuperar su inversión entrando por la ventana. No saben dónde se metieron. Tal es el ambiente y el ritmo de esta comedia "senectaria", de humor negro y provinciano, rodada entre Saladillo y Polvaredas. "Flores de ruina", se llama, y es una flor rara del cine nacional, hecha por Fabio Junco y Julio Midú, los creadores del Cine con Vecinos. Claro, nadie quisiera ser vecino de estos personajes, pero sí de sus intérpretes, muy bien elegidas: Ellen Wolf, Nélida Augustoni y René Regina. Ellen Wolf, que en otra de Junco y Midú, "El último mandado", hizo de abuela alemana nostálgica del nazismo. Justo ella, a quien los padres se la llevaron de Sttutgart a Suiza cuando tenía seis años, y de Suiza a Buenos Aires cuando tenía doce. Acá hizo su vida, y a la edad en que otras se retiran empezó a actuar. Así es como interpretó la última etapa de Marlene Dietrich en "Marlene", dirigida por Kado Kostzer, se ganó el Trinidad Guevara como mejor actriz de reparto por "La omisión de la familia Coleman", de Claudio Tolcachir, y hasta aparece en "Relatos salvajes".
El silencio atroz que hace la paz Cuando el cine se aborda desde proyectos como el de Cine con vecinos, que llevan adelante desde hace dos décadas Fabio Junco y Julio Midú en la ciudad bonaerense de Saladillo, la discusión es alrededor de si importan más los resultados o el proceso. Particularmente soy partidario de los resultados, porque una película es lo que finalmente vemos en pantalla. Y más, cuando este tipo de producciones comienzan a ocupar espacios en festivales y hasta tienen estreno comercial, como es el caso de Flores de ruina, es indudable que tienen que empezar a ser medidas con una vara más alta, poniéndolas en pie de igualdad con otras películas, con las reservas del caso. La indulgencia, al fin de cuentas, termina siendo nociva para desarrollos como el de Cine con vecinos, que indudablemente viene buscando un nivel de pericia técnica mayor película tras película. Tras varios dramas y películas más chiquitas, con una pretensión escasa y con un espíritu más bonachón -algo que comenzó a quebrarse con la anterior El último mandado-, Flores de ruina aparece como una propuesta más arriesgada en términos formales y bastante redonda en cuestiones narrativas. Tanto es así, que el nivel de amateurismo de las actuaciones queda relegado (o al menos uno puede dejarlo pasar) ante el encanto de una comedia negra sin concesiones, con tres ancianas como protagonistas y un pueblo al que Midú y Junco conocen lo suficiente como para convertirlo en un personaje más, con su presencia entre ominosa y sórdida. El comienzo no es lo mejor, con las tres ancianas -Ellen Wolf, Nélida Augustoni y René Regina- enmarcadas como dentro de un film de terror gótico, un poco fuera de registro. Pero así como va apareciendo el humor y la comedia, siempre con una mueca de oscuridad, la película empieza a levantar y convertirse en un retrato perfecto de una sociedad que acalla aquello que quiere por mantener sus apariencias. Flores de ruina gana en situaciones absurdas (un patrullero que es enterrado para esconder pistas), otras más curiosas (un nazi que es detenido) y crímenes que se amontonan, algunos de ellos muy bien pensados en términos de puesta en escena. Y así como la película entretiene y divierte con los constantes giros que el guión propone, dentro de un verosímil que se quiebra de manera bastante coherente, la película nunca busca la indulgencia sino que apuesta a más. Lo mejor de Flores de ruina es que si bien para Midú y Junco sería muy sencillo potenciar la imagen placentera sobre los pueblos del interior de la Argentina, prefieren aquí -siempre desde la comedia- ofrecer una mirada más salvaje y ambigua sobre esa paz que, las más de las veces, se edifica sobre un silencio atroz.
Tres Señoritas Fabio Junco y Julio Midú asumen en "Flores de Ruina" (Argentina, 2013) una vez más la tarea de dirigir a vecinos de Saladillo, amantes del cine, y que con la Fundación Cine con Vecinos, vienen realizando una veintena de largometrajes. Los destinatarios, claro está, primeramente es ese grupo ávido y participativo, pero luego, la idea de trascender masivamente los ha hecho pensar historias más universales que llegaran a generar identificación con los espectadores. "Flores de Ruina" se presenta como una película de suspenso en la que tres mujeres mayores (Ellen Wolf, Nélida Augustoni, René Regina), vestidas de la misma manera, con una atmósfera extraída de Lorca o de aquellos romances españoles del siglo XIX, asumen la responsabilidad de sus destinos, ya en la recta final, con la clara intención de cambiarlos. En ese deambular irán cometiendo o eligiendo caminos que no son los clásicos y esperados, involucrándose en historias que en vez de separarlas, las unirán más. Hay muchos problemas de actuación, dirección y puesta, y un endeble guión que potencia la trama que extiende algunas situaciones y que pone en ridículo a los protagonistas. "Flores de Ruina" es un intento, no logrado, de hacer cine de manera "comunitaria" y que seguramente en otras oportunidades pueda alcanzar un nivel aceptable para ser visto en la pantalla grande. PUNTAJE: 3/10
Fuera del campo Julio Midú y Fabio Junco apuestan al cine de género más precisamente al policial, con mezcla de suspenso y comedia negra para desarrollar una historia de traiciones, secretos y en la que las apariencias engañan. Flores de ruina, así se llama la propuesta, se concentra en el tendal de muertes que rodea a las tres ancianas protagonistas, hermanas solteras que viven en un campo y resisten desde las armas y la violencia cualquier tipo de intrusión. Desde el primer minuto, la información del asesinato del dueño del campo, un tal Ramirez, perpetrado por una de ellas, la desaparición del cadáver y un sinfín de contratiempos que involucrarán otros personajes secundarios, marcan el pulso de este relato que cuenta con las actuaciones de las veteranas Ellen Wolf, Nélida Augustoni y René Regina, actrices que se adaptan fácilmente a sus roles y que transmiten por un lado fragilidad desde sus contexturas físicas pero también cierto costado siniestro en sus rostros y macabras acciones. La coartada perfecta es que nadie sospecharía de ellas cuando un botín importante, producto de un garito clandestino, va pasando de mano en mano y deja muertos en su camino. El campo donde habitan también es un refugio para un criminal peligroso buscado por la policía, mientras las tres hermanas se encargan de ocultar el dinero, las pruebas, en la profundidad del campo o desde la complicidad con el malviviente. También en intervalos cortos pero efectivos el espacio para el humor dice presente en Flores en ruina, que pese a su estilo artesanal desde la puesta en escena sabe dosificar la información y mantener el ritmo sin dejar cabos sueltos. Los agradecimientos a los vecinos de Saladillo durante los créditos finales hablan a las claras que el proyecto Cine con vecinos puede crecer siempre y cuando adopte historias de esta dimensión.
Tres hermanas y un secreto Un sombrío caserón se levanta en una zona boscosa. En su interior, y entre muebles desvencijados y cuadros amarillentos, viven tres hermanas ancianas y solteras que dejan transcurrir sus días al compás de rencillas, de borrosos recuerdos de sus antepasados y de un siniestro secreto. Los directores Julio Midú y Fabio Junco (quienes en 1994 conformaron Cine con Vecinos, con base en Saladillo, que ya realizó 25 largometrajes) lograron hacer de Flores de ruina una comedia negra inserta por momentos en lo policial y, a veces, en lo tragicómico. Film logrado sobre la base de un módico presupuesto, ostenta una impecable fotografía, un logrado clima de sordidez sobre la base de algunos brochazos de suspenso y un elenco sólido en el que se destacan las labores de Ellen Wolf, Nélida Augustoni y René Regina como las tres hermanas.
Julio Midú y Fabio Junco escriben y dirigen esta película que pertenece al tipo de cine que hacen ellos, al cual llaman “Cine con vecinos”. Es así que vecinos de Saladillo y con una idea que deriva en un guión de asesinatos y humor negro, filman “Flores de Ruina”. En ella, tres mujeres grandes, señoritas, hermanas que viven solas en medio del campo y si hay algo que no son eso es indefensas, y se cuidan entre sí, encuentran una valija de dinero que no dudan en quedarse. Pero no tarda en aparecer el verdadero criminal y son chantajeadas por él, y forzadas incluso a resguardarlo y por lo tanto convivir con él. La película fue filmada de manera comunitaria y eso es algo que se percibe en su resultado desparejo. Si bien no todos son actores no profesionales (una de las protagonistas es la premiada actriz Ellen Wolf), ninguno logra lucirse y en general a cada una de las líneas se las siente recitadas. Más allá de eso, la idea principal de combinar humor negro con estos pintorescos personajes protagonistas parece interesante en un principio. El problema es que el tono nunca termina de definirse, la película nunca toma ritmo y a lo último hasta tiene que caer en una escena completamente innecesaria, que no sólo no aporta nada a la historia, sino que ni siquiera genera risa. “Nadie hace nada, nos vamos a matar entre todos”, dice en algún momento un personaje secundario, más bien una observadora, testigo de lo que va sucediendo en ese pueblo. Estas señoras no temen a nada ni nadie, y se calzan cuando es necesario la escopeta o pistola encima y defienden sus intereses. Viejas pero no tontas. Si bien la película apela al tono grotesco con sus momentos delirantes, absurdos, éste nunca termina de cerrar. La incorporación de personajes secundarios como la hija embarazada tampoco aporta demasiado, apenas lo necesario para que el guión termine de encajar. Resumiendo, “Flores de Ruina” es una película hecha con corazón pero en la cual más allá de una cámara prolija y un par de escenas (las que juega con la música son las que más se destacan) no consigue ser un producto memorable, es más bien un conjunto de buenas intenciones. Quizás si el ritmo fuera un poco más ágil la película sumaría un poco más.
Es una comedia negra, con personajes muy oscuros y las protagonistas son tres hermanas (Ellen Wolf, Nélida Augustoni y René Regina).Todo sucede en un “Pueblo chico, infierno grande”, secretos y mentiras, con toques de: siniestros, tiros, persecuciones, situaciones delirantes, violentas y bizarras. Previsible, con algún giro que no convence, es difícil trabajar con personas que no son actores, resultando poco convincente.