Primavera Rota No es casual que un 16 de septiembre, conocido en Argentina como La noche de los lápices, se estrene el documental Flores de septiembre (2003). Lo que sí puede resultar como parte de un juego azaroso es que dicho estreno se realice cuando los estudiantes han vuelto, luego de años de apatía política, a manifestarse en contra de un sistema que excluye a la educación de los planes del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Funcionando como homenaje a los estudiantes desaparecidos, el documental reivindica, en el momento adecuado, la lucha estudiantil más allá de sus causas y consecuencias. Los alumnos desaparecidos durante la última dictadura militar argentina en el Colegio Nacional Carlos Pellegrini es el eje del relato del documental del terceto conformado por Pablo Osores, Roberto Testa y Nicolás Wainszelbaum. A través de testimonios, de compañeros y familiares, se van reconstruyendo los diferentes periodos atravesados por una época que marcó a una generación que pagó con sangre la lucha por sus ideales, equivocados o no. Dividido en episodios, el documental deconstruye la historia argentina para construir las causas y efectos que llevaron a cada una de las partes a actuar de la manera en que lo hicieron. Un acierto del documental es el de no sólo buscar los testimonios de aquellos que lo vivieron de forma directa, sino que también se nutre de los aportes de ex alumnos que no tenían un compromiso político activo como también de quienes fueran el rector y vicerrector en aquel momento y que terminan dejando muchas dudas sobre sus formas de actuar. Utilizando un formato en el que predomina el entrevistado hablando a cámara, Flores de septiembre como también lo es La mirada invisible (Diego Lerman, 2010) tiene un mérito aparte que es el de contar una historia que para muchos jóvenes hoy puede ser desconocida y que puede ayudar a debatir sobre la pedagogía de la barbarie como parte del proceso educacional argentino. El accionar de las Fuerzas Armadas sobre la lucha y la politización en la rama estudiantil no sólo dejó secuelas irreparables sino que además produjo un daño colateral que llevó años subsanar. Gracias al accionar de un gobierno inoperante hoy vuelve a producirse, en otro contexto y con otras formas una nueva lucha. Seguramente, para muchos este paralelismo sea inadecuado, pero lo que queda en claro es que para bien o para mal la lucha sirvió y dejó un legado. A pesar de que algunos opinen lo contrario.
Los tiempos duros en el Carlos Pellegrini Documental sobre los desaparecidos de esa escuela Durante la época de la represión en nuestro país, la escuela Carlos Pellegrini fue objeto de la mira de quienes estaban usando la fuerza más brutal para terminar con quienes se oponían a sus siniestros designios. De manera documental, los realizadores Pablo Osores, Roberto Testa y Nicolás Wainszelbaum se insertan en la historia secreta de ese establecimiento escolar del que, desde 1975 y hasta el retorno de la democracia, desaparecieron muchos alumnos. El relato intenta recuperar las historias de Rubén Benchoám, Mauricio Weinstein y Juan Carlos Mártire, que estaban cursando sus estudios en el Carlos Pellegrini y debieron sufrir las consecuencias del terrorismo de Estado. A través de los testimonios de sus compañeros, se deja traslucir que tanto ellos como muchos otros comenzaron a militar en la política, posiblemente más por entusiasmo juvenil que por verdaderos ideales. Los realizadores no prestaron ningún nuevo aspecto a este documental que recorre, a veces bastante morosamente, los ideales de algunos alumnos del Carlos Pellegrini a través de las voces de quienes conocieron a los protagonistas y de films caseros que muestran a esos jóvenes en los momentos más felices de sus vidas. Este documental, que llega a las pantallas comerciales con siete años de retraso, no aporta nada nuevo a una temática tan amplia como la de las historias que devinieron de la dictadura militar, aunque aquí el enfoque sea a través de los alumnos del Pellegrini. Entre tantas palabras, confesiones y recuerdos surge del film el tema "Crisantemo", compuesto e interpretado por Luis Alberto Spinetta y Rafael Arcaute, que tiende un manto poético a ese cúmulo de trágicas historias.
Adolescencia interrumpida Se estrena el documental centrado en alumnos desaparecidos del Colegio Pellegrini. Flores de septiembre , la película de Pablo Osores, Roberto Testa y Nicolás Wainszelbaum, que se terminó de rodar en 2003 y recién ahora se estrena en salas, cuenta la historia de los alumnos del Colegio Carlos Pellegrini que, durante o después de su paso por esa institución, fueron desaparecidos por la dictadura. El filme funciona casi como un documento testimonial de una época en la que el horror solía colarse en las cosas más pequeñas y cotidianas. “No había un cartel diciendo: ‘Usted está en una dictadura’. Creíamos que lo que pasaba era normal”, dice uno de los entrevistados, de apenas 13 años al momento del golpe. Ese dato es clave: muchos de los chicos que empezaron a militar en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) tenían entre 13 y 15 años y, en pleno entusiasmo revolucionario de la época, tal vez no eran del todo conscientes de lo que podía suceder. El filme es una colección de entrevistas –acaso un recurso formal algo reiterativo- a alumnos, docentes, autoridades y padres que dan contradictorias versiones de lo que sucedió en la escuela a lo largo de una década, empezando por el fin de la dictadura 66/73, pasando por la “primavera” del regreso de Perón, luego el ascenso de José López Rega y la Triple A, el golpe propiamente dicho hasta llegar a la caída de la dictadura y el regreso de la democracia en 1983. Esos testimonios dan cuenta del clima que se vivía en el colegio, de los pequeños actos de represión, de los ánimos de cambio de los alumnos hasta empezar a centrarse en casos concretos de los que desaparecieron, o bien de los que fueron secuestrados y lograron salir, casi siempre a partir de testimonios de amigos y familiares. Si bien el filme tiene evidentes limitaciones, si se quiere, visuales (uno podría escuchar gran parte de la película y no cambiaría demasiado), Flores de septiembre es un documento clave para recuperar esas historias de adolescentes que, militantes o no, fueron aplastados por un aparato represivo demoledor. En una edad en la que recién estaban empezando a entender de qué se trataba todo, la violencia y la muerte los pasaron por encima.
Cuando el cine es testigo de la lucha El documental torna presentes las ausencias de tres ex alumnos del Carlos Pellegrini que fueron víctimas de la dictadura. Si desde los ’90 comenzaron a proliferar las películas que denunciaban las tremendas consecuencias que sufrieron los detenidos-desaparecidos –muchas de las cuales permitieron conocer las miradas y pensamientos de los hijos de los militantes–, éste parece ser el año de estrenos de las producciones sobre los efectos de la dictadura en los estudiantes secundarios. Así como hace unos meses se exhibió La mirada invisible, de Diego Lerman, quien a través de la ficción –inspirada en la novela Ciencias morales, de Martín Kohan–, ponía al descubierto los rigurosos métodos de control disciplinario en el Colegio Nacional Buenos Aires durante los días previos a la guerra de Malvinas, ahora es el turno de Flores de septiembre, documental de Roberto Testa, Pablo Osores y Nicolás Wainszelbaum que describe cómo era esa fábrica de “redisciplinamiento” en que se convirtió el Colegio Comercial Carlos Pellegrini durante los años más oscuros de la historia argentina. Ambos largometrajes tienen en común que lo sucedido en las aulas y en los patios de las dos escuelas más prestigiosas del país funcionaba como un microclima de un contexto mayor que involucró a la sociedad en su conjunto. Y si La mirada invisible ponía el foco en la mirada de una preceptora, Flores de septiembre la deposita en aquellos ex alumnos que tuvieron ilusiones y sueños, pero también pérdidas y tragedias. Flores de septiembre arranca unos años antes de la implantación del terrorismo de Estado, con testimonios de personas que ingresaron al Pellegrini en 1971. Y lo hace para mostrar el clima inicial en el que, bajo otra dictadura, los estudiantes no tenían relación con los preceptores y había una distancia abismal en aquella ¿convivencia? Con el triunfo de Héctor Cámpora en las elecciones presidenciales del ’73, la cosa comenzó a cambiar y el colegio se tiñó de un clima de efervescencia política. Fue justamente en ese año cuando ingresaron al Pellegrini Rubén Benchoam, Mauricio Weinstein y Juan Carlos Mártire. Y sobre ellos focaliza el documental: los tres fueron secuestrados en distintos operativos por los represores de la dictadura de Videla. Al cuerpo magullado y sin vida de Rubén se lo entregaron a sus padres con la excusa de que “había sido un error de la guerra sucia”; mientras que Mauricio y Juan Carlos están de-saparecidos. El grupo se completaba con Alejandra Naftal, sobreviviente de El Vesubio, y con Gustavo Frojan, que decidió dejar de militar tras el golpe. Ambos expresan sus recuerdos sobre sus compañeros de una manera intimista y cálida, con amor y, a la vez, con profundo dolor. Además de los relatos de ex alumnos del Pellegrini –algunos militantes y otro no–, la estructura del documental se completa con testimonios de ex profesores –uno menciona los cursos que daba el Ministerio de Educación en los que se explicaba “el accionar subversivo”– y de ex autoridades. El relato del ex rector del Pellegrini durante la dictadura, Alvaro Cartelli, que hace una apología del “orden y la disciplina” (e implícitamente del terrorismo de Estado), no tiene como objetivo establecer un contrapunto con los otros testimonios, como si la mirada del documental necesitara una objetividad innecesaria, sino que el espectador pueda comprender cómo hasta en lo más pequeño, en lo más cotidiano y en lo más insignificante la dictadura desplegaba sus tentáculos venenosos para adormecer a una sociedad. El film tiene, entonces, una toma de posición definida. Y clara. El documental está dividido en capítulos (“Los ’70 desde el patio del colegio”, “El colegio de la dictadura” y “La búsqueda”, entre otros) que ordenan los relatos y le otorgan solidez narrativa. Las imágenes en Súper 8 que por momentos se incorporan fueron tomadas en 1978, después de las desapariciones de los chicos. Y, de algún modo, hacen presentes aquellas ausencias. Realizado en 2003, Flores de septiembre cobra una vigencia asombrosa en este presente de lucha estudiantil, con los alumnos de colegios secundarios peleando por sus derechos. Casualmente este estreno de ayer coincidió con los 34 años de las desapariciones de jóvenes que peleaban por el boleto estudiantil. Bueno es recordar, entonces, como señalaba un graffiti, que “a pesar de la noche, los lápices siguen escribiendo”. Y el cine es testigo de esa lucha. Y ahí está, por suerte, para dejar testimonio.
"Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera." En el día que se conmemoró un nuevo aniversario de la fatídica noche de los lápices; en la temporada que se proyectó la ficción La Mirada Invisible de Diego Lermán, la cual intenta recrear los pasillos del Nacional de Buenos Aires en vísperas de Malvinas; en épocas donde la escuela media y pública volvió a expresar su voz, luego de un tiempo de aparente silencio. Se estrenó, por fin, después de siete años, el documental Flores de Septiembre, que aborda la historia del otro emblemático colegio porteño, el Carlos Pellegrini, durante la feroz represión ocurrida en los años setenta. Será cuestión del azar o no, pero la espera valió la pena, y el largometraje recién hoy está disponible para el público en general, en un contexto que conlleva un plus de reflexiones individuales, sociales y culturales, que quizás en otros tiempos se hubieran esfumado de nuestra conciencia. Dirigido por Pablo Osores, Roberto Testa y Nicolás Wainszelbaum, el film comienza su relato a principios de los años 70, en la última etapa de la dictadura de Lanusse, para luego desarrollar lo ocurrido en la primavera democrática peronista, con el triunfo de Cámpora, el regreso de Perón, su muerte, la triple A y todo lo que se fue gestando para los terroríficos años venideros. Todo este documento histórico es narrado desde la mirada y vivencia de esta prestigiosa institución educativa, y da cuenta a la vez como el contexto se hace texto en las aulas, pasillos, patios y el diseño curricular del Pellegrini, culminando con la desaparición, asesinato y secuestro de varios de sus alumnos. Para ello se vale de una multiplicidad de voces heterogéneas por parte de los protagonistas de la historia. Desfilan alumnos de las distintas camadas (algunos militantes y otros nada que ver), profesores, autoridades, familiares, quienes van relatando y reconstruyendo aquellos años desde las más subjetivas visiones. Pero se focaliza en el grupito de amigos integrado por Rubén Benchoam, Mauricio Weinstein y Juan Carlos Mártire (el primero asesinado, los otros dos desaparecidos), junto a Alejandra Naftal y Gustavo Frojan, quienes brindaron valiosos testimonios en la película. También desarrolla las historias de Laura Feldman (cuyo cuerpo fue identificado en el 2009), y Claudio Braverman, aún desaparecido. Todos ellos eran menores, llenos de sueños, ilusiones e ingenuidades porque no. Adolescentes como cualquier otro que se apasionaban no sólo con sus ideales, también con la música, el cine, la literatura, se enamoraban, hacían travesuras, estudiaban y algunos también trabajaban. Ese es el espíritu que reconstruye el documental, carece de golpes bajos y de exceso panfletario, más bien apunta a rescatar el aspecto vital de estos jóvenes en tiempos de violencia extrema, tanto física como psíquica. El film es sencillo, se centra más en los testimonios que en las imágenes. No esperar un documental con un extraordinario montaje, sólo se intercalan material de archivo periodístico, fotografías de los protagonistas, imágenes en Súper 8 brindada por unos de los compañeros de curso y la canción Crisantemo, interpretada por el flaco Spinetta, no mucho más que eso. Pero lo importante acá son los relatos; ninguna frase tiene desperdicio, todas las historias merecen ser escuchadas. En especial las declaraciones del rector y vice-rector de esa época, revelando, justificando y reafirmando la importancia de una pedagogía disciplinaria, en pos del orden y la moral. Por momentos irrita, otras incomoda, para terminar causando gracia a los espectadores. Flores de Septiembre es un documento histórico, imprescindible y necesario para las generaciones más jóvenes, que al estar en pleno florecimiento de su formación ciudadana, les rescata la importancia y el valor de crecer en libertad. Una reflexión final: hace tiempo no escuchaba en una función común (no privada), un aplauso tan emotivo en la sala al terminar la película, eso da cuenta que aún, más de tres décadas después, los lápices siguen escribiendo.
Conmovedor homenaje a los estudiantes víctimas del proceso militar Una vez más el cine argentino se ocupa de los estudiantes secundarios y de la represión ejercida hacia ellos en los años ‘70. “Flores de septiembre” es la historia de esos alumnos, muchos desaparecidos y evocados por los sobrevivientes. El documental hace pie en lo que le pasó a los alumnos del Colegio Nacional Carlos Pellegrini. Vidas de apenas 16 ó 19 años mutiladas o silenciadas por dictadores y torturadores. Esta realización es un ejemplo de lo que nos pasó y una enseñanza para las nuevas generaciones las que, gracias a Dios, siguen luchando. Ver los nombres de los estudiantes desaparecidos en la placa que hay en el patio del colegio es una evocación de esas víctimas de la dictadura, y de muchas otras anónimas sucedidas en la Argentina entre 1976 y 1982. La bella poesía de Luis Alberto Spinetta y las imágenes nos hacen llorar cada vez que recordamos aquellas vidas segadas en siete años de totalitarismo. La realización, más allá de todas las observaciones que se le pueda formular en cuanto a su tratamiento cinematográfico, sacude el recuerdo de la generación que afrontó aquellos años amargos, a la vez que sirve para llamar a la reflexión a cuantos tuvieron la fortuna de haber nacido con posterioridad a los años de plomo. “Flores de septiembre” se integra a los títulos de una temática que duele a los argentinos, que hasta puede hacernos mal el verlos, pero que en el fondo debiéramos ver para no olvidar esa parte de nuestra historia reciente. Imprescindible verla, sobre todo por la juventud inquieta, que en su natural rebeldía aspira generar un mundo más justo, más honesto y más humano.