Condena moral a perpetua
En el año 2015 resonó la serie Making a Murderer, Netflix acercó a nosotros un documental que sembraba la duda sobre la condena de una persona, y desmantelaba los recursos del poder judicial para transformar a una persona en un asesino a su antojo, la serie que sucedía lejos en Estados Unidos provocó asombro y miedo. Hoy, Fragmentos de una amiga desconocida (2019) repasa un caso que hiela la sangre y paraliza quizás por su cercanía.
La premisa de la película en un comienzo se centra en Magda Hernández Morales, la directora elige pararse sobre sí misma y cómo le afectó a ella el hecho que estaba sufriendo una amiga. Luego se adentra en Cristina Vázquez, oriunda de Posadas, condenada por asesinato.
A medida que avanza, desarma el expediente con ayuda de una abogada perteneciente a una ONG y revela inconsistencias sustanciales y contradicciones, a la vez que sostiene una postura clara: Cristina Vázquez vivió una condena moral. El horror, el tiempo, la vida en pausa, quince años descartados que no van a volver y un único rayo de esperanza.
Actualmente la inseguridad se debate en otro términos, se fabricó una otredad sobre la cual depositar el miedo, un tipo de persona que si cumple los requisitos es automáticamente culpable para la opinión pública. La historia de Cristina nos despierta una reflexión angustiosa sobre un peligro institucional mucho más real, que fabrica esa otredad y que la usa como un “depósito de culpables” por los que nadie va a protestar, que con solo verles la cara nadie va a dudar de su criminalidad. Nos muestra el desamparo y el costado más peligroso del sesgo de clase.