Gallero

Crítica de Claudio D. Minghetti - La Nación

Si con su primer largometraje Mazza parecía estar influido por la literatura de Borges, en el segundo demuestra haber abrevado en el cine de Leonardo Favio. El resultado es, por suerte, más alentador. Gallero , que ya pasó por los festivales de Karlovy Vary, Toulouse, Málaga, Milán y El Cairo, entre otros, incluso por Mar del Plata (donde su figura masculina, Gustavo Almada, recibió un merecidísimo premio Carlos Carella de la Asociación de Actores), muestra un esperado y afortunado crecimiento en el cine de Mazza. En su segundo opus, el cineasta cuenta la historia de dos soledades, las de Mario y Julia y su entrecruzamiento de color ocre, en medio de una nada que atormenta: él con sus gallos de riña; ella, apenas recortada en la casa donde vive tras un accidente en el que murió su familia.

Esta vez, Mazza consigue un provocativo equilibrio entre historia, personajes y escenario, emprolija su estética y saca mejor partido de un todo que funciona con mayor precisión porque, además, está trabajado a conciencia. El mérito es del director y guionista, pero también de Mauricio Riccio, encargado de la fotografía, y el siempre preciso montajista Alberto Ponce, que juega con los tiempos funcionales al lenguaje contemplativo propuesto por el autor.