Drama tribunalicio poco común y de tensión creciente
Una mujer separada quiere divorciarse legalmente. El amor se terminó, ésa es la razón, y se terminó hace rato. Y eso la gente que se casa por civil en cualquier parte del mundo lo resuelve bastante rápido. En cambio, los casamientos religiosos tienen sus bemoles, según cada creencia. En Israel, para colmo, sólo existe el casamiento religioso. Para divorciarse hay que apelar a un tribunal rabínico.
El detalle es que en esos casos de desamor, y en varios otros, el marido es quien decide y los jueces sólo se limitan a avalar lo que él decida. La mujer está pintada. Y en la historia que aquí vemos, está agotada, angustiada, enervada, harta hasta decir basta, porque los jueces y el marido juegan con su paciencia. Encima los tipos que se trae el fulano en su defensa parecen ridículos pero son terribles. Maliciosos, chicaneros, despreciativos. Nos causan gracia, pero son seres dañinos.
"Gett" (divorcio, en hebreo) describe simplemente las duras instancias de esa lucha. Todo transcurre en la pequeña sala del tribunal y en la antesala, y podría suponerse una pieza teatral, si no fuera por los puntos de vista que ofrece la cámara, y por las elipsis de tiempo que empujan el calvario. Lo interesante es que, con esas restricciones de espacio y escasez de personajes, la historia va causando una creciente expectativa, casi como si fuera una película de juicio por asesinato. Para eso el guión aplica recursos propios de los cuentos clásicos, como, por ejemplo, la figura de alguien que da siempre la misma réplica, obligando a enfrentar pruebas sucesivamente más duras, hasta que algo cambia, para bien o para mal.
Interesantes, también, las actuaciones, sobre todo la de Ronit Elkabetz, protagonista y codirectora con su hermano Shlomi. Y los detalles, como el color del vestido con que la víctima se presenta ante el tribunal, del negro en adelante, o los atrasos de un país que se supone el más moderno de la zona. Y acá viene lo más curioso: en su estructura, en su manejo de la tensión con pocos elementos y marcadas reiteraciones a partir de una situación común, y en su franca observación de una sociedad religiosa, esta película israelí se descubre pariente directa del cine iraní. Tiene más libertad para ejercer la crítica y la caricatura, ésa es la diferencia.
En resumen, una obra fuera de lo común, atractiva en más de un sentido. Y para quienes quieran ver más, agreguemos que es la tercera parte de una misma historia matrimonial. Antes, los hermanos Elkabetz hicieron "Ve' Lakhta Lehe Isha" (Tomando esposa, 2004) y "Shiva" (siete días, 2008). Pero no es obligatorio verlas para entender por qué esa pobre mujer quiere divorciarse.