Historia sensible, sin sensiblerías
"¿Por qué tuviste que irte, mi lindo amor?", dice en su lengua la polca paraguaya que se escucha en esta historia de un viejo cascarrabias, obligado a vivir en soledad con su nieta. "Amanece y anochece mientras miro el camino por el que te fuiste/ y no te puedo ver, ¿dónde será que estás?" Pero él sabe dónde está su hija, y un día empuña el timón de su lancha, más achacosa que él, y allá va: "Allá donde termina el río".
Desde la frontera donde se las rebusca como pasero y pescador, hasta Buenos Aires, donde vive la hija, ése es su plan de viaje. ¿Qué lo decidió? La noticia del próximo nacimiento de un nieto varón. Al fin, un nieto varón. Y quiere traerse a la hija de vuelta, para que el chico sea paraguayo y no argentino. "La sangre no sabe que los países se dividieron", protesta la nieta cuando ve que acá también se habla guaraní. Y es cierto. Uno lleva la sangre de sus mayores donde sea que esté viviendo. Si lo sabrán los tres millones de paraguayos que viven en Argentina. Si lo sabrán los nietos de gallegos, judíos e italianos.
La nieta, la lancha que un día dice basta, y algunas cuantas peripecias del camino, le van advirtiendo al abuelo, quizá más bien le van recordando, ciertas cosas igual de importantes. Terco, cabezón, pero no va a ser el mismo cuando vayan llegando al tercer cordón del Conurbano (lo que desde lejos muchos suponen Buenos Aires). Linda historia, sensible sin sensiblerías, de cariño controlado, buenas observaciones, algunas curiosidades, como la selección de hojas de tabaco chaqueño (una changa que nuestros personajes toman en medio del camino), el grato paisaje litoraleño, la música de fondo y la revelación de dos intérpretes dignos de aprecio: el veterano Emilio Barreto y la jovencita Jazmín Bogarin, que compone una preadolescente muy creíble, siempre discutiendo con el "atrasado" del abuelo.
Autor, Luis Zorraquín, argentino que ha trabajado largos años en Paraguay. Coguionista, Simón Franco. Auxilio necesario, Laura Avila, Tania Simbrón, traductora del guión al guaraní, porque, detalle importante, casi toda la película está hablada en esa lengua. Con subtítulos, por supuesto. Coproducción de Z+F Cine y Salta una Rana con la asunceña Puatarará Films, mayormente rodada en las cercanías de Isla Cerrito, apenas afectada por unos pocos saltos de montaje (evidencia del enorme trabajo que fue hacerla), esta película vale la pena.