Luis Zorraquín logra en la sensible “Guaraní” (Paraguay, Argentina, 2015) un entrañable relato acerca del choque cultural y existencial entre dos personajes que, a pesar de sus diferencias, se necesitan a diario para completarse.
Un abuelo y su nieta comparten diariamente rutinas de trabajo, pero a su vez, en cada compartir la jornada, van forjando un vínculo en el que el autoritarismo del hombre y la rebeldía de la joven, serán necesarios para que la dinámica de la propuesta avance y no quede en meros enunciados.
Trasladando a través de un pequeño bote, viejo, arruinado, mercadería de Paraguay a Argentina, Don Atilio puede mantener cierto nivel de vida, austero, medido, y a la vez sostener el hogar en el que vive junto a su familia.
Con su nieta, una joven adolescente que se desvive por tratar de estar a la moda, escuchar música y continuar con sus tareas escolares más allá de acompañarlo en cada uno de sus viajes.
Entre ambos hay un abismo, porque Atilio, castrador, misógino, sólo quiere que su nieta continúe a la sombra de él, para evitar, en su pensamiento, quizás, aquello que le pasó al resto de su descendencia, la que, inevitablemente, fue condenada a la postergación de sueños y expectativas por una incipiente sexualidad que terminó en embarazos precoces y el hacinamiento familiar.
Distanciado de la madre de la niña, cuando se entera que la joven mantiene una correspondencia epistolar con ésta, pondrá el grito en el cielo, y más aún cuando perciba que la joven, en su afán de mantener o imponer su espíritu rebelde, comience a cuestionarle todo.
Zorraquín va narrando de manera contemplativa la propuesta, logrando que las imágenes sólo sean el contexto para que los personajes interactúen. Su progreso a lo largo del metraje del filme es poder generar un clima narrativo contenedor, en el que las minimalistas actuaciones, naturales, frescas, desestructuradas, pueden, además, potenciar el clima intimista que impregna todo “Guaraní”
En cada reclamo del abuelo, en las exigencias de seguir manteniendo vivo su idioma, y en los reproches que la nieta comienza a hacerle, el filme termina por presentarse como un viaje iniciático y épico del dúo protagónico, en el que ambos terminarán transformados y llenos de nuevas oportunidades ante los obstáculos que se les van presentando.
Una cuidada puesta en escena, al igual que una lograda fotografía, pueden ir potenciando el guión que trabaja sobre ideas como el choque de generaciones, el enfrentamiento de ideales, la postergación de expectativas y anhelos, pero que, principalmente, refuerza la sensibilidad ante sus personajes.
Zorraquín ama a Atilio y su nieta, a pesar de las características negativas y retrógradas del hombre, y de los caprichos de la niña, y en esa pasión que siente por ellos, termina por regalar una entrañable historia de búsqueda, pérdida y encuentro, necesaria para consolidar un tipo de cine intimista que exige que el espectador sintonice desde el minuto cero con la propuesta.
Como primer filme posee algunas lagunas narrativas, y algunas secuencias que, por la inexperiencia, terminan por ensuciar el resto del filme, pero aún así, con sus falencias, “Guaraní” tiene un potencial ineludible para narrar y presentar a sus protagonistas.