Frustrados en Baires
Diego Recalde estrenó hace más de un año Sidra (2010), una de las películas más experimentales que hayan podido verse dentro del circuito comercial porteño. Ahora regresa con lo que sería su anterior opus, una delirante comedia sobre el éxito y la desgracia con el eje puesto en lo narrativo.
Habano y cigarrillos (2008) cuenta la historia de una extraña teoría acerca de la suerte. Dícese que de cada división que egresa de un colegio secundario sólo uno será tocado por la barita mágica del éxito. Al resto no les quedará otra cosa más que la frustración de no haber sido lo que tanto soñaban. Pero dicho inconveniente será revertido si se asesina al afortunado que por carácter transitivo le transmitirá la suerte a su verdugo. De ahí en más la suerte estará echada.
Si en Sidra Recalde construía el film en base a fotografías en Habano y cigarrillos se vuelca a un formato más clásico, aunque para ser sinceros el uso predominante del plano y contraplano de la primera mitad resulta más televisivo que cinematográfico. Pese a esto hay que destacar que dicho estilo no afecta en el resultado final, con mayor frenesí en la historia que en lo visual.
El relato puede dividirse en dos segmentos. Durante el primero se focalizará sobre el reencuentro de los compañeros de colegio luego de varios años sin verse y la relación que entablarán dos de ellos tras la reunión. En el segundo tramo el guión dará un giro hacia el género policial (sin policías) pero tratado desde el absurdo.
Diego Recalde vuelve a demostrar cómo hacer un buen cine totalmente independiente en el que falta el dinero pero sobran las ideas. En épocas en que pareciera que todo se recicla para generar más de lo mismo, que aparezca un autor capaz de asombrarnos con una historia tan simple como delirante no hace más que hacernos imaginar la gran película que hubiera sido si contará con al menos un mínimo presupuesto.