Podríamos valernos de decenas de oraciones como para comenzar una crítica de Hasta el Final: “el viejo y el mar”, “no todo está perdido”, “sin un tigre de bengala a bordo estamos mejor”… Lo cierto es que el film de J.C.Chandor (El Precio de la Codicia) demuestra que no todo está perdido en materia cinematográfica, no especula con brindarnos una lección de vida como Life of Pi o resulta ser supérfluo como Náufrago hasta el punto de dejar en la memoria colectiva sólo al amigo Wilson o la transformación física de Hanks. Como el término que podría expresar nuestro colega redactor David Garrido Bazán: ¡joder!. Este film sólo se vale de un actor y un director, y ni siquiera un diálogo…
A LOS BOTES Un septuagenario Robert Redford se pone al hombro “All Is Lost”, la segunda película del director de “Margin Call” en la que protagoniza a un náufrago sin isla, a estrenarse en las salas argentinas el 6 de febrero. La película comienza y ya estamos en problemas. La madera se quiebra y el agua no tarda en abrirse paso hacia el interior del yate. El cielo está limpio, el viento es sereno, el mar es un gran manto azul y sin embargo, hay alarma. No tardamos en descubrir que el barco ha chocado con un container alrededor del cual orbitan, impasibles, cientos de zapatillas. Recuperado de esta singular visión nuestro hombre se dedicará, a fuerza de parches, cinta y pegamento, a tapar la grieta dejada por semejante objeto extraño. El resultado será una cascarita dispuesta a sangrar hacia adentro frente al primer roce. Así, con el bote herido y el cansancio a cuestas, empieza esta historia, el primer unipersonal de Robert Redford que, solito y solo, comparte cartel con el océano Índico. Si en “Margin Call”, J. C. Chandor nos sumergía en los inicios de la crisis económica de 2008, aquí nos sumergirá –de a ratos, literalmente- en la silenciosa desesperación de un hombre frente a las fuerzas de la naturaleza. Tanto en su anterior película como en esta, no importan las razones que desencadenan la crisis (global en “Margin Call”, individual aquí) sino las consecuencias psicológicas de la misma. No tardarán en llegar los obstáculos que siempre propone el mar abierto (tormentas, hambruna, tiburones…) Sin pelota de vóley que oficie de Wilson y sin islas a la vista, la situación de nuestro hombre es más desesperante que la de Tom Hanks hace ya ¡diez años! Habrá que recurrir a la vieja escuela, al mensaje en la botella y esperar, porque es condición para que podamos sostener nuestra propia existencia en este mundo que haya un Otro. Y si el Otro no da señales de vida, pues bien, lo inventamos. Aunque tiene solo dos largos en su haber (el tercero, “A Most Violent Year”, tiene fecha para el 2015) Chandor parece decirnos que más allá del medio, sea este el mercado o el océano, la falla es siempre humana y en ella se articulan tanto una condena como la posibilidad para que emerja lo novedoso. “Nadie podrá decir que no lo intenté” reflexiona nuestro hombre sin nombre mientras se le agotan los espacios y los recursos, y quizás de eso se trate “All Is Lost”. La banda sonora del debutante Alex Ebert, reciente ganadora del Globo de Oro, acompaña a la perfección durante hora y media esta historia que susurra en voz baja que aunque no haya rumbo, si hay voluntad para navegar, no todo está perdido.
En la soledad del océano y a merced de sí mismo La batalla de un solo hombre consigo mismo. Tema recurrente, que bien vale sobrellevar una y otra vez. El cine es uno de sus mejores exponentes porque ¿dónde plasmar mejor la epifanía supuesta por la gran pantalla? Uno de sus equivalentes es el océano, vastedad sin confines. Por eso, son varios los personajes solitarios que le han atravesado, sumergidos en el cine como escenificación grandiosa, comandados por los capitanes Nemo y Ahab, o James Mason y Gregory Peck. Entre ellos, la instancia al borde de la soledad de Tom Hanks en Náufrago (a pesar de sus marcas de fábrica publicitarias) o la aventura perseguida por Simbad entre las animaciones de Ray Harryhausen y el Pirata Hidalgo de Burt Lancaster. Hay rasgos de todos ellos en este personaje que Robert Redford compone en All Is Lost, sin mayores referencias para el espectador. Porque nada está más claro que lo necesario: solo, en el mar, con su embarcación averiada, y a ver cómo salir con vida durante los días que siguen. El inicio es en negro, con su voz que anuncia desde el nudo argumental, vértice del film. Es uno de los pocos momentos donde se escucha a este hombre sin nombre, resuelto en su accionar, con la calma suficiente como para sortear las pruebas. Si el devenir es inevitablemente peligroso, la tormenta marítima también será espejo de nubarrones interiores. Así, Redford compone a un homo faber, fáctico y pragmático, en quien pareciera comenzar la aventura allí cuando el film inicia, con el agua tocando a la puerta de las decisiones más importantes. No es casual que uno de los primeros gestos de la película sea el de la notebook mojada. Lo que sigue es un desmembramiento progresivo, con este hombre que habrá de recurrir a lo primordial para poder, tal vez, renacer. El planteo, justamente, es similar al de Gravedad, de Alfonso Cuarón. Pero mientras allí una plegaria de autoayuda acudía en beneficio del espacio exterior/interior de Sandra Bullock, en All Is Lost se roza la desazón metafísica, sin mayores explicaciones que la supuesta por un blanco final, desde el cual cerrar e imbricar dramáticamente con el comienzo oscuro. Habrá lugar para algún grito, también para palabras escritas, cuando la necesidad por dejar un legado no pueda encontrar mejor recurso que el papel (mojado o no, pero duradero). Mientras, este hombre mira los cielos y procura comprender, a la vez que traza cruces sobre un mapa que le oriente. Al revés de su film primero, El precio de la codicia (2011), donde un grupo de hombres de finanzas elucubraba sobre la debacle de Wall Street de modo abrumador, gélido, sin cine; el realizador J. C. Chandor logra acá despegarse de lo demasiado y apelar a lo justo. El resultado es suficiente. Con ese grande de todos los tiempos que continúa siendo Robert Redford.
No todo está perdido... Afirmar que All is lost es un película sin diálogo es pecar de escueto. Lo más preciso sería describirla como una propuesta cinematográfica en la que se pronuncian apenas medio centenar de palabras en casi dos horas de duración. Algo poco frecuente en la industria del cine. Robert Redford encarna a un veterano y aguerrido timonel desprovisto de suerte en alta mar, quien literalmente contra viento y marea lucha por su vida hasta las últimas consecuencias. Sería de esperar que una entrega del tipo fuera una sucesión ininterrumpida de secuencias interminables, y sin embargo, la experiencia es diametralmente opuesta. Con planos cortos y dinámicos, la historia transcurre a ritmo trepidante, sumergiendo al espectador en sus aguas bravas. Es un relato intenso y progresivamente desgarrador, que alcanza niveles de dramatismo inusuales en la pantalla grande. Algunos dirán que solo se trata de una crónica náufraga más, mientras que otros la considerarán una joya de la supervivencia náutica. Cualquiera fuera el caso, un dato fehaciente sale a la superficie de tan soberbia narración: en Hollywood, y muy a pesar del título que le da nombre al filme, no todo está perdido.
Salvo que no entiendas la palabra “fuck” no hay posibilidad de que te pierdas por falta de subtítulos en esta película del director de MARGIN CALL protagonizada pura y exclusivamente por un Robert Redford que casi no habla en todo su desarrollo. Al principio le escuchamos leer lo que parece ser una nota de suicidio o una carta en la que se despide de sus seres queridos al darse cuenta que está por morirse. Luego veremos de dónde viene eso… El filme cuenta lo que le sucede a un hombre que navega en un pequeño barco y que se despierta un día con agua adentro del mismo. Es que el barco, por la noche, chocó con un container que habrá caído de una barco carguero y el golpe le produjo un agujero por el que entra más y más agua. El daño parece menor, pero no lo es. En poco tiempo el barco empieza a hundirse y Redford debe recurrir a una balsa salvavidas y entregarse a “la buena de Dios” siempre usando su talento e inteligencia para resolver los problemas que, uno tras otro, se van presentando. photodazastills_3569.CR2Luego del “talk fest” de aquella película sobre Wall Street es bueno ver a Chandor recurriendo a un lenguaje puramente cinematográfico que enorgullecería a Hitchcock en este filme. No sólo eso, salvo algunos breves pasajes con puntos de vista submarinos o aéreos, el director no pierde de vista su eje ni se pone místico: un hombre, un barco que se hunde, la vastedad del océano, la imposibilidad aparente de salvación. Todo el filme es solucionar problemas, uno tras otro, sin tigres que combatir ni revelaciones religiosas dando vueltas. Tal vez la película no alcance un vuelo narrativo o poético importante, pero como experiencia de hombre frente a la naturaleza, como estudio de resolución de problemas cinematográficos, como clase de actuación en función de la trama (contenida, profesional, jamás actuando para el espectador), TODO ESTA PERDIDO es un ejercicio notable y transparente, tan transparente como las aguas del océano que envuelven a nuestro viejo y querido Robert Redford, que no tiene ni una pelota de voley (ni de fútbol, ni de tenis) a la que hablarle… (Crítica publicada durante el Festival de Cannes 2013)
El Viejo y el Mar Hay actores que se encasillan en ciertos roles pre-seteados para cierta edad, por más que su certificado de nacimiento indique lo contrario. Actores que hacen lo imposible por permanecer en una suerte de animación suspendida en pos de eternizarse dentro de un rango etario. Robert Redford por suerte esta parado en la vereda de enfrente. Muestras cabales de esto abundan en los 106 minutos de Todo está perdido (All Is Lost, 2013), un tour de force en clave survival que presenta a Redford como único personaje en una historia donde no abundan las palabras, pero la falta de diálogo se compensa gracias al clima intimista dentro de un relato mínimo pero cargado de sensaciones. El planteo es simple: Redford -a quien en los créditos finales se lo identifica simplemente como “our man” o nuestro hombre- y su pequeña embarcación son embestidos en medio del océano por un container flotando a la deriva, el cual ocasiona serias averías. Durante el transcurso del film veremos a nuestro hombre en una lucha despiadada contra el clima, el agua y su propia embarcación. J.C. Chandor (A Most Violent Year [2014], El precio de la codicia [2011]) hace un trabajo muy preciso desde la dirección, ubicando la cámara siempre a un brazo de distancia de Redford y permitiendo al espectador sumergirse por completo en el drama. El director le había presentado la idea a Redford hace unos años en el festival de Sundance, una de las puntas de lanza del actor. En cierto punto el film funciona como una analogía al estado actual de la Carrera y la vida del actor de 77 años. La lucha constante en un medio hostil y plagado de contratiempos lo hace reflexionar sobre los límites de su propia mortalidad, incluso por fuera de la pantalla. Sorprende verlo poner el cuerpo literalmente a un gran número de escenas de riesgo, algo que aporta una enorme cuota de realismo a la producción. El ritmo narrativo no se resiente por el hecho de tener constantemente al mismo personaje en imagen ni por los escasos diálogos –o mejor dicho monólogos- plantados a través de las escenas. Una película distinta con un gran poder para transmitir sensaciones desde la economía de su relato. Prueba contundente de que aún hay infinidad de historias interesantes por contar, algunas de ellas tan mínimas que en la era actual de los blockbusters escapan a nuestro radar. Sólo es cuestión de afinar la sintonía.
Hay películas con mensaje y otras que no, que simplemente son un viaje de ida. Ocurre con Cuando Todo Está Perdido, el penúltimo filme de J.C. Chandor - que diera a luz, hace unos años, la excelente El Precio de la Codicia - protagonizado por Robert Redford. Es otra cinta de supervivientes, que se une a títulos como Cinco a la Deriva o Naúfrago. La diferencia es que Redford está solo y no tiene a nadie a quien dirigirle la palabra. Salvo un par de monólogos, puede que la blonda leyenda del cine no alcance a espetar mas de un puñado de líneas en todo el film. Entonces lo que queda es asistir a su silenciosa y titánica lucha por la superviviencia, en donde la persistencia y el ingenio lidian contra la gigantescas e implacables fuerzas de la naturaleza. A final de cuentas es un insecto en una tapita de gaseosa que flota en medio del océano y enfrentado a huracanes de proporciones impensadas. Visto de ese modo, la "navegación placentera en velero" en medio del océano suena a herejía. Algo así como cuando los hombres se aventuran al espacio en algo no mayor a una lata de gaseosa - y casi igual de frágil -. El filme es un tour de force de Redford, y es admirable. Redford no es un gran actor pero es uno efectivo y uno que llena de sobra la pantalla. El tipo tiene 77 años y pone el lomo a un papel que es tremendamente físico y desgastante. La mayor parte del tiempo está empapado, las olas gigantes le pegan latigazos, el tipo se cae dos por tres en el océano, y el agua de mar abrasa su desgastada piel. La desesperación lo domina de vez en cuando pero el protagonista no deja de ser un pragmático de aquellos, y está convencido que con su ingenio puede lidiar con los obstáculos monumentales que se le avecinan. Claro, la naturaleza es implacable y llega un punto en que las fuerzas flaquean, en especial en el criptico final cuya interpretación deja el camino abierto a la ambigüedad. ofertas software para estudios contables Cuando Todo Está Perdido es una película intensa y visceral. No sabemos nada de Redford, de quién corno es o de dónde procede. Tampoco estamos en su mente, sino que contemplamos sus acciones - muchas veces, inventivas a lo MacGyver -. En todo caso es el duelo del hombre contra la naturaleza, el atrevido que se asoma a un mundo salvaje e indomable y cree poder controlarlo en base a la ciencia y la tecnología. El resultado es avasallante, y lo que queda está librado a la suerte de Dios. Es en esos momentos en donde Redford transmite una dignidad impresionante, un tipo que no se doblega ante la adversidad, pero que es suficientemente cuerdo para saber cuándo la batalla está perdida. Cuando Todo Está Perdido es una gran película, sólida e intensa, que toma una anécdota y la relata con talento e inteligencia. Quizás el mutismo del protagonista le resta emoción a la experiencia, la cual no deja de ser válida e interesante.