Este redactor tiene la impresión de que el cine estadounidense le envidia al italiano sus viejas comedias sobre grupos eclécticos y familias con problemas. Y que intenta hacerlas, pero es el género donde las cosas funcionan menos, numéricamente hablando. Aquí hay cuatro hermanos que, tras la muerte del padre, deben vivir una semana juntos en la casa de infancia con mamá, una Jane Fonda muy a tono –lo mismo pasa con el gran Jason Bateman, especialista en familias amorfas desde “Arrested development”, y “Tina Fey”, aunque más cerca de la exageración– y cicatrizar heridas, cambiar vidas, etcétera, etcétera. El componente italiano está en los enredos y ciertos gestos. Pero hay también un componente americano (e incluso judeo-americano) en el contraste entre la vida urbana entendida como una especie de infierno y el suburbio visto como un purgatorio con salida edénica.