La muerte como plafón para plantear las diversas decisiones de la vida
El cineasta y productor Shawn Levy volvió a apostar a un elenco de figuras probadas para componer a una familia disfuncional en crisis, durante el duelo de su patriarca.
Shawn Levy es un productor y director con un gran manejo de la comedia.
Más barato por docena, Los becarios, Recién casados, Una noche fuera de serie, Una noche en el museo en sus tres ediciones --la última a estrenarse próximamente-- figuran entre sus títulos en cine, más incontables series de televisión.
Los comediantes más resonados del Hollywood actual han pasado por su filtro y en Hasta que la muerte nos juntó no reparó en peleas de cartel, para interpretar a una familia numerosa y sus afectos-satélite, en un momento crucial de sus vidas.
La muerte del patriarca de la familia congrega por primera vez en años al clan de los Foxman. Judd está de luto doble, porque su matrimonio acaba de terminar en circunstancias incómodas.
En su casa de la niñez, el reencuentro con sus dos hermanos, su hermana, una madre muy singular, familiares políticos, no políticos y vecinos, ponen a prueba el temple del hombre que, para colmo, debe soportar el último deseo de su padre: un duelo al estilo judío, con siete días de reflexión conjunta en el seno del hogar.
A poco de verse las caras, los motivos de la disfuncionalidad familiar que Judd parecía no reconocer comienzan a aflorar. Y conforme transcurren los días, encuentra que sus decisiones convencionales no lo salvaron de la complicada tendencia familiar.
El guión reserva en su buceo por el drama de cada quien los giros de humor que amortiguan la dureza de la realidad, y Levy hizo un uso inteligente de las cualidades que cada talento en pantalla le brinda.
Un aplauso de pie merece Jane Fonda, en el rol de la matriarca, una mujer que transita su tercera edad con la sexualidad activa de los 30.