Santiago Palavecino, después de Algunas Chicas, vuelve al misterio. En este caso, también con un deslizamiento hacia lo fantástico, sobre el amor y el propio origen. Varias historias -una hija, un padre, un antiguo amor de ese padre- se cruzan para tejer un entramado que apunta, como siempre en el cine de este director, a una mirada casi entomológica sobre las emociones y los sentimientos. Sostiene el interés sobre sus criaturas de principio a fin.