Es el año 2017, Delfina (Ailin Salas) vuelve a la Argentina tras una larga temporada en Nueva York. Su primera parada es el cementerio: allí yacen Marta y Julia Romero.
Hija Única, el cuarto largometraje de Santiago Palavecino (Algunas chicas, La vida nueva, Otra vuelta, ) construye un relato cuya linealidad se pierde en la fusión entre lo onírico y el pasado. Un incendio, la herencia de una estancia, la pérdida de un viejo amor y la entrega de una cadena por parte de una mujer misteriosa (Susana Pampín) son apenas algunos de los sucesos que ocurren en un pueblo de Buenos Aires, donde llega Juan (Juan Barberini) luego de aceptar su condición de hijo de desaparecidos.
La relación entre la identidad del hombre y lo acontecido durante la última dictadura no es uno de los temas en los que la película profundice, sino que es tomado de un modo superficial, para presentar al personaje y entender la confusión en que vive desde siempre: esos múltiples mundos que se le aparecen a partir de ser consciente, por ejemplo, de que el día en que festejaba su cumpleaños en la infancia era, en realidad, la fecha de su secuestro.