Adaptación libre de un cuento de Horacio Quiroga que elige cambiar el sexo de uno de los protagonistas (el hijo del relato original se transforma aquí en la joven Juana que interpreta la cantautora porteña Jazmín Esquivel), este largometraje filmado enteramente en la provincia de Misiones tiene como epicentro la relación entre ella y un padre alcohólico que sobrevive como puede, vendiendo carbón en la zona rural donde están instalados.
La ausencia de la madre en ese hogar inestable tiene un peso decisivo: hay una historia misteriosa en torno a su muerte que la protagonista empieza a descubrir a partir de algunas señales que no provienen de datos concretos ni de pistas convencionales, sino de imágenes de un pasado remoto que se manifiesta en pantalla con un tinte esotérico.
El selvático paisaje misionero también juega un papel importante en la película, cargada de una tensión muy palpable desde el inicio hasta el final. Las buenas actuaciones del reducido elenco (Esquivel, Bruno Vásquez, Mora Recalde) son un sostén importante: sus trabajos son elocuentes pero para nada recargados ni artificiales.
Hija es un drama íntimo trabajado en un tono muy medido y empujado sobre todo por ese trauma del pasado que vuelve con fuerza y determina el presente de una familia incompleta, como una deuda impaga que perturba, que inquieta, que pide a gritos un cierre definitivo para poder seguir adelante. Una herida abierta durante demasiado tiempo que exige cicatrización cuanto antes para poder mirar de frente al futuro.