Martín Desalvo narra un secreto familiar con tintes de género
La película filmada en la selva misionera, es una adaptación libre del cuento “El hijo” de Horacio Quiroga.
Hija (2023) comparte escenario con el anterior film de Desalvo El silencio del cazador (2019) con el monte funcionando de manera mística en el relato. Se trata de una cruza de géneros entre el drama familiar y el thriller policial.
Juana (Jazmin Esquivel) es una adolescente que ayuda a su padre alcohólico en la producción de carbón, una tarea idónea de la zona que se describe con espíritu documental. La madre ausente es el gran misterio de la película, Juana empieza a sospechar de la versión oficial de suicidio y tensa la relación con su padre en busca de explicaciones. La fuerza enérgica del monte ayuda a recomponer los sucesos del pasado y revelar la verdad.
El cuento de Quiroga es modificado al ser, en este caso, una chica adolescente la protagonista y quien mantiene la tensa relación con su progenitor. Este cambio le da al film una mirada femenina sobre el rústico trabajo en el campo. Ella está en plena búsqueda de identidad y por ende la información sobre su pasado resulta vital para constituirse.
Esa experimentación adolescente, propia de la edad, es recreada por el film desde la experimentación formal. Imágenes que rozan lo onírico y muestran el poder místico de la selva que marcan las transformaciones internas de la protagonista. Un trabajo sensorial para expresar emociones abstractas.
Sin embargo, de ningún modo Hija olvida su estructura genérica, el misterio acerca de la muerte materna es el motor del relato y todas las líneas argumentales conducen hacia esa dirección mediante una narración fluida. Desalvo maneja muy bien la tensión dramática y mantiene al espectador en vilo hasta la revelación final.