Juana se debate entre el duelo y el misterio. Lo primero, porque su madre falleció cuando ella era chica, dejando un vacío difícil de llenar. Lo segundo, y lo que le impide completar el proceso interno, es que murió en circunstancias dudosas: el rumor dice que fue un asesinada accidentalmente por su marido cuando, limpiando el arma, se escapó un tiro, aunque la versión oficial es que se suicidó. Por si no fuera suficiente, ese padre al que ella mirará cada vez más de costado está hace tiempo enredado en el alcoholismo.
Ambos viven en una chacra solitaria en medio del monte misionero. Un monte que el responsable de El día trajo la oscuridad (2014), El padre de mis hijos (2018) y Unidad XV (2018) convierte en un personaje más, un elemento de tensión dramática capaz de albergar desde lo mágico hasta disputas y disquisiciones de todo tipo, tal como había hecho en la muy buena El silencio del cazador (2019).
Al igual que en aquélla, el personaje de Mora Recalde opera como factor de equilibrio, en este caso de Juana, quien encuentra en esa mujer a cargo del bodegón del pueblo una figura femenina de referencia, a la vez que guía en medio de la incertidumbre en la que vive.
Los puntos fuertes de esta muy libre transposición del cuento corto El hijo, de Horacio Quiroga –alguien que conocía al dedillo las infinitas posibilidades del monte selvático–, pasan por la intensa actuación de su protagonista, Jazmín Esquivel, puro ojos negros cargados de inquietud y tristeza, y por el nervio que le imprime Desalvo a un relato cuyo cierre resulta demasiado previsible.