Todos los años, sigo la entrega de "Historias breves" con mucho interés. Esas proyecciones en el Gaumont, a sala llena, con todos los directores jóvenes, productores y técnicos, amigos y familiares, le da un espíritu especial a una saga que ya transita por su décima edición y en la que encontramos, como siempre, un mix de buenas ideas con distinto nivel de producto final. De las últimas 4, la octava fue la que más me gustó. Y si bien es una cuestión de preferencias (sí, mucho más cuando hay tantos directores en la misma cinta), debo decir que el nivel de la 10, es fluctuante para el espectador. Hay algunas historias muy bien logradas ("Homúnculo" me encantó y espero el primer largo de Ezequiel Sambucetti pronto, "Diamante mandarín" de un director que ya tuvo su ópera prima, Juan Martín Hsu -"La Salada" y "Durazno" de Francisco Ríos Flores) y otras no tanto. Hay que reconocer que, más allá de los desniveles lógicos de alguna propuesta, todas muestran la salud del cine argentino actual. Ideas novedosas, disruptivas y mucha energía puesta en juego para invitar al juego: quién de estos cineastas será el primero que llame la atención masiva del público? Párrafo aparte para el cierre con "A una de esas noches", ácida y divertida noche de dos amigos quienes tienen la osadía de ir a bailar a una disco pasando la General Paz. Típica narración donde se suceden eventos inesperados y extraordinarios, es un adecuado y potente cierre, bien arriba, de una muestra más que interesante del talento de Germán Servidio, otro nombre a seguir con atención. Son 7 historias ("El dorado de Ford", "Vendido", "El trabajo industrial", "Durazno", "Homúnculo", "Diamante mandarín" y "Una de esas noches") para descubrir que ofrecen un diverso marco de visiones complejo, desigual pero muy interesante. Siempre siento que "Historias breves" es una gran oportunidad para que el público experimente ver algo distinto al largometraje tradicional, con mucho color y variedad. Se da una sola vez al año y no se porqué no termina de prender en la gran audiencia que peregrina por las salas del Espacio Incaa de Congreso. Ojalá esta vez vaya mucha gente, es la décima entrega de una franquicia local no?
Mucha estética y poco riesgo Historia breves, es el colectivo fílmico que desde hace 20 años presenta a las nuevas promesas del cine argentino a través de un cortometraje. En Historias Breves 10 (2015), se mantiene en general el nivel de producción de sus antecesoras pero con dos trabajos que asumen riesgos, originalidad y sello autoral. El trabajo industrial de Gerardo Naumann, y Diamante mandarín, de Juan Martín Hsu, están sin lugar a dudas muy por encima del resto. Hay en cada corto de los siete que integran Historias Breves 10 una gran apuesta visual como en el caso de El dorado de Ford, de Juan Fernández Gerbauer, o Vendido, de Lito Muravchik. También hay género comprometido socialmente en Homúnculo, de Ezequiel Sambucetti, o Durazno, de Francisco Ríos Flores, y comedia negra en Una de esas noches, de Germán Servidio. Pero, lo que sucede en todos es la falta de riesgos narrativos y de un sello personal que los identifique. Esto se revierte en Diamante mandarín, de Juan Martín Hsu, ambientado durante los saqueos de 2001 en un supermercado chino. El director posa su cámara en lo integrantes de una familia que ante los sucesos se ve obligada a cerrar el negocio y utilizar ese tiempo libre en algo. ¿Pero en qué? El otro gran corto de esta serie es El trabajo industrial, donde el director Gerardo Naumann rompe barreras narrativas entre la ficción y el documental para mostrar la rutina de los empleados de una fábrica. A través de una serie de mecanismos que no conviene revelar, el cineasta pondrá en escena uno de los trabajos más interesantes que se hayan visto en los últimos años. Más allá de la superioridad de estos dos trabajos, Historias Breves 10 demuestra que en general en el semillero del cine argentino hay talento, aunque pocos que estén decididos a asumir riesgos y dejar huella.
Los cortos remontan vuelo A 20 años de su primera edición y con 10 entregas, Historias Breves ya tiene un lugar ganado en la historia del cine argentino como ámbito de producción (con características profesionales) y promoción de los nuevos realizadores. Es una iniciativa valiosa, estimulante y su sostenimiento por parte de diversas gestiones del INCAA habla de una coherencia no tan frecuente en nuestro país. Dicho eso, también queda claro que lo mejor de Historias Breves ya pasó. De allí surgieron desde Lucrecia Martel hasta Adrián Caetano, pasando por Daniel Burman, en tiempos en que rodar (¡en fílmico!) era poco menos que una utopía, una odisea y una épica. Hoy, con la tecnología digital a disposición de todos, casi cualquiera puede hacer un corto con calidad profesional (en pocos días tres films argentinos se verán en el Festival de Cannes). Si bien ninguno de los siete cortos de Historias Breves 10 alcanza la calidad de esas tres películas elegidas por Cannes, lo cierto es que el nivel general resultó bastante mejor que el de la decepcionante novena entrega conocida en septiembre último. Esta vez son tres los títulos valiosos, mientras que los cuatro restantes tienen al menos un impecable acabado técnico y formal. Entre lo mejor del conjunto merecen destacarse Diamante mandarín, en el que Juan Martín Hsu (La Salada) narra a pura tensión las vivencias de los dueños de un supermercado chino que, en pleno estallido de diciembre de 2001, se refugian dentro del establecimiento mientras fuera de campo se escuchan los golpes y los gritos de aquellos que quieren ingresar para saquearlo; El trabajo industrial, de Gerardo Naumann, que arranca como un retrato hiperrealista sobre la tarea cotidiana en una línea de montaje de una fábrica de artículos de limpieza, pero luego apuesta al artificio para trazar una analogía entre ese trabajo repetitivo y la rutina actoral; y Homúnculo, en el que Exequiel Sambucetti se arriesga con la ciencia ficción apocalíptica de mutantes con una Buenos Aires invadida por extrañas criaturas y virus que van invadiendo los cuerpos de sus habitantes. Un exponente del cine de género con efectos visuales que ratifica la cada vez mayor diversidad que, por suerte, se aprecia en Historias Breves.
Siete miradas de nuevas camadas de directores argentinos El primero de los cortometrajes seleccionados por el INCAA es El dorado de Ford, dirigido por Juan Fernández Gebauer. Tras la muerte de su abuelo, el personaje encuentra un volante sobre un concurso, donde la meta era pescar un legendario pez dorado lanzado al río Paraná por el mismo Henry Ford, fundador de la marca de autos. Rápidamente, este nieto traba una extraña relación con un pesquero de experiencia y ambos se sumergen en el desafío. El guión redondea con un intento forzado de moraleja sobre ambiciones individuales, que poco aportan al corto y no suman a la historia. Si en algo se destaca al cortometraje Vendido, dirigido por Lito Muravchik, es en el desencuentro entre el recorte y la edición de tomas con las expresiones y diálogos de los personajes, recurso que en lo integral no alcanza a convencer particularmente por los desniveles con la actuación, tanto del hijo como de la madre. El conflicto principal supone un enfrentamiento entre el protagonista con su padre –personaje que nunca aparece ni se lo escucha-, cuando el camión de la mudanza está próximo a partir con los muebles, pues los ancianos serán trasladados al geriátrico. El tono de cotidianeidad –elemento que persiste durante todos los metrajes- es lo más destacable en Vendido, no así el recurso de desfasaje entre la imagen y las acciones. Un curioso híbrido irrumpe en el tercer acto. El trabajo industrial, de Gerardo Naumann, muestra a trabajadores en su momento cotidiano: llegan al laburo, se cambian y se ponen a trabajar, ni más ni menos. La referencia de híbrido aparece en dos niveles: Por un lado el documental y la ficción, ¿son trabajadores o son actores representando trabajadores?, y por otro lado el artificio y la representación cinematográfica, al escucharse los primeros diálogos entre los personajes, donde queda en instantánea evidencia que no son actores profesionales, sino que actúan los propios trabajadores y así conforman el guión del metraje. Una extraña tensión se desenvuelve al presentarse Durazno, de Francisco Ríos Flores, contextualizado en la geografía no urbana del interior del país. Esta tensión se crea entre la protagonista embarazada, quien observa con detalle a un durazno de sus cultivos y a quien ataca una fuerte aberración por él. De toda la muestra, este trabajo de Francisco Ríos Flores se destaca del resto por lograr mantener la tensión del relato con mínimos recursos y apoyarse en la buena actuación de su protagonista femenina, y construír a partir del durazno un personaje antagónico desde el punto de vista de ella. Sin dudas se trata de uno de los cortometrajes más completo. Homúnculo, dirigido por Ezequiel Sambucetti, es el metraje que resalta, tanto por su estética como por su protagonista –primera cara conocida del ciclo- Guillermo Pfening. En cuanto al contexto, el director muestra una ciudad, bien podría ser Buenos Aires con una gran capa de turbiedad en el aire. Si bien el film escapa de lo cotidiano en su primer vistazo de su tenebro-futurista guión, una especie de espíritu toma posesión de los cuerpos, los asalta (bien empleado el efecto CGI, cuando penetra en las víctimas) y que a su vez es perseguido por la policía, junto a un cuasi Gollum, única criatura que siente la presencia de este ente en las personas poseídas. Una interesante vuelta de tuerca en la historia modifica las actitudes del protagonista en relación a su entorno, pero ese desenlace no responde a la preconcepción sobre la monstruosidad o la exaltación del monstruo interno. Buena idea, buenos efectos y la ventaja de contar con un actor del nivel de Guillermo Pfening. Diamante mandarín, el sexto cortometraje del ciclo, dirigido por Martín Hsu, viaja al pasado, en diciembre 2001 y se sitúa en una familia china dueña de un típico mini mercado en la capital Argentina. Allí viven momentos de gran tensión al tener que encerrarse, al igual que su pequeño diamante mandarín –raza de gorrión- enjaulado, al igual que ellos, debido a los saqueos que caracterizaron a aquellos días. Con la gran excusa de profundizar en los miembros de la familia durante el encierro, Diamante mandarín alcanza un grandes picos de tensión dramática pero su resolución no alcanza a las expectativas de la trama. A Una de esas noches, protagonizada por Julián Doregger y Julián Kartún -elenco recurrente en la producción de Malena Pichot- y dirigida por Germán Servidio, le calza perfecto el cierre del ciclo, ya que es el más sólido desde su guión y sus actuaciones. La premisa es simple: dos amigos van a bailar a un boliche en Provincia de Buenos Aires, pero al emprender la vuelta los espera una catarata de episodios desafortunados, que sin salir de lo cotidiano, los terminan excediendo. Muy buenas actuaciones de Doregger y Kartún, quienes complementan las ocurrencias tanto del humor como de la tensión y demuestran química a la hora de interactuar. En el balance general de estas Historias Breves 10, se puede concluir que muchas de las propuestas tienen como premisa alguna consigna de trabajo o ejercicio para aplicación de recursos y técnicas narrativas que en algunas ocasiones no terminan de acomodarse a las historias elegidas como es el caso de Vendido, en contraste con Durazno. No obstante, la muestra es un interesante reflejo del estado del cine argentino que goza, afortunadamente, de buena salud.