En busca de nuevas miradas Lo primero que llama la atención de Historias breves 6 son los puntos de contacto con algunos trabajos de la primera edición de este proyecto colectivo impulsado por el INCAA: la estética de Coral tiene algo de Rey muerto (Lucrecia Martel), El sueño sueco recuerda a Cuesta abajo (Adrián Caetano), La última bordea el delirio de Dónde y cómo Oliveira perdió a Achala (Andrés Tambornino/Ulises Rossell). Al mismo tiempo, resulta estimulante el profesionalismo en los aspectos técnicos y el hecho de que el conjunto suponga distintas miradas sobre problemáticas y personajes cercanos. De todas maneras, se extraña el riesgo de algunos de aquellos cortos de 1995 –que se atrevían a abordar de manera nada solemne la guerra de Malvinas o los saqueos a supermercados de fines del alfonsinismo– o la fuerza expresiva de, por ejemplo, Ojos de fuego, de Jorge Gaggero. En estos nueve cortos se evidencian, también, carencias e ingenuidades argumentales (tal vez el hecho de que todos los guiones hayan sido escritos por los propios directores sea un indicio del problema). El comienzo de Historias breves 6 es visualmente poderoso: Coral, de Ignacio Chaneton (1980, Neuquén), se concentra en la violencia que problemas económicos generan en su protagonista, una mujer que se vale de lo que le ofrece la selva en la que vive para intentar modificar, desesperadamente, su situación. Con una atenta utilización de recursos diversos (luz espesa, colores cálidos, bruscos fuera de foco, sagaz ubicación de los personajes en el plano, creación de una atmósfera inquietante a partir del sonido en off), Chaneton logra un trabajo suntuoso pero seductor, indudablemente sostenido en la labor del director de fotografía Jorge Crespo y el sonidista Rodrigo Merolla. El sueño sueco, de Gustavo Riet Sapriza (que nació en 1976 en Suecia y estudió cine en Montevideo y Buenos Aires), registra el encuentro, tal vez imaginario, del chofer de un micro con una mujer en la ruta, rozando sin mucha convicción el suspenso. Asoma el recuerdo del cine de John Carpenter (En la boca del miedo, por ejemplo), aunque el misterio y la incertidumbre del personaje se diluyen demasiado pronto. Alicia, de Tamara Viñes (1975, San Carlos de Bariloche), sobre una chica excedida de peso que se ilusiona con un joven que conoce, es un relato apenas simpático, liviano y previsible. La araña, de Sihuen Ernesto Vizcaino (nacido en Neuquén aunque estudió cine en Buenos Aires) combina graciosamente rasgos que parecen provenir de nuestra idiosincrasia (música de malambo, reuniones de amigos en el bar, el fútbol, el peronismo, cierta habilidad para el embuste), pero cae en el defecto de presentar diálogos y ambientes de época con artificiosa prolijidad, enfriando la saludable apuesta del guión a la sorpresa. La última, de Cristian Cartier (1981, Buenos Aires), desaprovecha las posibilidades humorísticas que ocasiona la ansiedad de un granjero que espera que su única gallina ponga un huevo. A Cartier deben gustarle seguramente los hermanos Coen, teniendo en cuenta su interés por personajes caricaturescos como éste o los de sus cortos anteriores (18 de brumario, Viejos tu vieja!) Rosa, de la realizadora y actriz Mónica Lairana (1973, Buenos Aires), que participó ya en varios festivales de cine (incluso en Cannes), plasma la soledad de una mujer mayor con una sucesión de planos sumamente precisos y elocuentes. Las elecciones de Lairana como directora, el minucioso trabajo de arte de Micaela Tuffano y la expresiva máscara de Norma Argentina (la actriz de Cama adentro) se imponen por sobre la debilidad del guión, de sentido más descriptivo que narrativo. Aunque la calidad de la realización es notable, resulta algo descarnada la mirada sobre la protagonista (así como es evidente que Viñes quiere e intenta proteger a su Alicia, Lairana trata a su Rosa con bastante desapego). El mérito de Cinco velitas, co-dirigido por la porteña Paula Romero Levit y la chaqueña Michelina Oviedo, es que cuenta una historia: sencilla, algo pueril tal vez, pero que se sigue con interés gracias a la soltura de Gerónimo Arias y el oficio de Rita Cortese, como el nene que llega a una fiesta de cumpleaños y la abuela de la homenajeada, que sospecha no conocerlo. Así como Coral y Cinco velitas revelan problemas sociales puntuales, el planteo de Árbol, dirigida por Lucas Schiaroli (1977, mendocino que estudió cine en Córdoba) es más abstracto. La situación de un hombre que duda si deshacerse o no del único árbol que sobrevive en medio de un campo desierto, es expuesta con una luz seca, casi sin diálogos y el acento puesto en el peso del entorno natural, trayendo a la memoria, por momentos (y salvando las distancias), el cine de los hermanos Taviani. El producto es estéticamente pretensioso y argumentalmente elemental. El final llega con un corto de tono leve y afectuoso, Los teleféricos, del rosarino Federico Actis (1981). La trama, algo discontinua, incluye pinceladas de humor melancólico (con huellas de Wes Anderson), una mirada sensible sobre las relaciones humanas, una voz en off que remarca el evidente propósito de querer contar un cuento y la idea no muy novedosa del escape al mar como deseo último. Lo mejor es su tono lúdico (afín a Shhh, corto anterior de Actis), con la cámara encuadrando compartimentos repetidos, creando analogías entre edificios, hospitales y cementerios, y los personajes armando y desarmando juguetes y maquinarias e invitando a rescatar la ternura por sobre la rigidez de las formas en las que nos sumerge la ciudad.
Cine del futuro Prosiguiendo con la línea trazada por sus antecesoras, Historias Breves VI (2010) presenta un compendio de nueve cortometrajes de jóvenes cineastas que prometen en un futuro no muy lejano estar en la cúspide del cine argentino. Mónica Lairana, Lucas Schiaroli e Ignacio Chaneton son sólo alguno de los nombres que pronto sonarán con fuerza. Historias Breves (1995) se inició hace 15 años y dio nombres como los de Lucrecia Martel, Adrián Caetano, Ulises Rosell, Bruno Stagnaro, Santiago Loza, Daniel Bustamante, Diego Sabanés, Jorge Gaggero y Daniel Burman, entre otros realizadores. Además, en muchos casos adquirieron notoriedad construyendo una carrera como cortometrajistas, como Pablo Pérez (Te llevo en la sangre, Sin sabor) o Lautaro Núñez de Arco (Más que el mundo) Historia Breves VI presenta nueve historias. A diferencia de las propuestas anteriores, donde el nivel era bastante desparejo, aquí tiene una homogeneidad y una consistencia uniforme, más allá de que algunos se destaquen por encima de otros. Lo que más llama la atención es la diversidad de géneros y estilos narrativos y estéticos utilizado. En 5 velitas de Paula Romero Levit y Michelina Oviedo se juega con el humor negro y la ironía planteado a partir de un hecho desesperado. Con diálogos concisos, actuaciones que viran entre el absurdo y el naturalismo, y una cámara intrépida logran un relato clásico con ribetes modernos. Por el contrario, Árbol, del cordobés Lucas Schiaroli, recurre a una historia minimalista, sin diálogos y con el único apoyo de una banda de sonido ampulosa que sirve para intensificar el relato que se cuenta sólo con imágenes alcanzando una estética visual despojada pero con un magistral trabajo de la luz. Siguiendo esta línea narrativa se encuentra Coral de Ignacio Chaneton. Ambos cortometrajes trabajan la desesperación humana ante un hecho fortuito y cómo dicho estado no los hace sucumbir sino todo lo contrario. Tanto Árbol como Coral se resignifican sobre el final adquiriendo una puesta visual intensa gracias a un riguroso trabajo de arte. Los teleféricos de Federico Actis recurre a un estilo narrativo que con algo del de Mariano Llinás en sus largometrajes Historias extraordinarias (2008) y Balnearios (2002), y la estética de Gustavo Taretto en Medianeras (2004), pero que en cierta medida logra desprenderse de las semejanzas. Sin alcanzar un estilo propio, Actis toma lo mejor de estos dos cineastas y los vuelca en un corto visualmente atractivo a pesar de las semejanzas. El sueño sueco de Gustavo Riet Sapriza nos introduce en el cine de género y las temporalidades narrativas para contar una historia de suspenso, mientras que Araña de Sihuen Vizcaíno reconstruye en tono épico una historia de amor, mentiras y verdades con una interesante reconstrucción de época y sin descuidar la comedia. La última de Cristian Cartier nos ofrece una historia de paranoias y obsesiones desarrolladas a partir de la relación de un hombre con la última gallina que le queda con vida. En Rosa (Selección Oficial Cannes 2010) Mónica Lairana nos adentra en el universo femenino y la exploración sexual de una mujer mayor. Con una cámara que actúa de manera introspectiva funcionando como cómplice de las vivencias de Rosa, Lairana convierte en bello lo que podría haber sido burdo y grosero. Esa misma línea sigue Alicia de Tamara Viñes, aunque narrado desde la antítesis de Rosa. Mientras que Rosa se hace foco en lo visual y lo añejo en Alicia se juega con lo joven y lo narrativo. A pesar de contar la historia desde diferentes estilos la exploración interna de ambos personajes es la misma y no es casualidad que mientras uno sirve como inicio el otro servirá como final de la película. Historias Breves VI presenta una serie de trabajos que gustarán más o menos entre los espectadores que se animen a participar de esta experiencia reparadora, pero lo que no se puede negar es que se vislumbra un futuro prometedor para estos nueve realizadores que empezaron a dar sus primeros pasos en el cine argentino y por ende para el cine propiamente dicho.
Una Rosa y muchas espinas Se ven y se escuchan bien. Tienen una bella fotografía, una edición cuidada y un diseño de producción irreprochable. Son correctos y "profesionales", pero... ¿Es suficiente, a esta altura, del cine argentino conformarse con esos "logros"? Ya son 6 las ediciones de Historias Breves. Gracias a ellas, hemos podido descubrir a Lucrecia Martel y a Daniel Burman, a Adrián Caetano y a Sandra Gugliotta, a Santiago Loza y a Bruno Stagnaro, a Jorge Gaggero y a Ulises Rosell, a Hernán Belón y a Lautaro Núñez de Arco, entre muchos otros. A 15 años de la primera entrega -pilar fundamental del NCA-, es demasiado poco y en cierto sentido algo frustrante que todo resulte prolijo y académico. Películas sin grandes riesgos, sin experimentación, sin "locura", sin audacia. Films temerosos, atildados, previsibles. Eso es lo que entrega -con un par de honrosas excepciones- esta sexta versión del concurso organizado con las mejores intenciones por el INCAA con el fin de promover a cortometrajistas y ponerlos en la consideración general. Sería injusto para estos nueve directores la comparación con aquel "dream team" de 1995, pero siempre hay que esperar de una selección de cortos premiados con buen dinero algunos trabajos que provoquen, que inquieten, que generen debate, que se expongan (aunque sea al ridículo). Casi nada de eso ocurre este año. La única gran película es, sin dudas, Rosa, debut en la dirección de la reconocida actriz Mónica Lairana que se sumerge con ductilidad, sensibilidad y convicción en las vivencias de una mujer madura y solitaria (Norma Argentina) en la intimidad de su hogar. La apuesta tenía todo para caer en la vulgaridad, en el grotesco o en el lugar común. Resulta, en cambio, una experiencia fascinante, que alcanza una química entre narradora y protagonista muy infrecuente en este tipo de trabajos primerizos. El otro film destacable es Arbol, nuevo exponente de esa "escuela cordobesa" que tanto está dando que hablar en los últimos meses. Lucas Schiaroli prescinde por completo de los diálogos (se sostiene en la expresividad de sus imágenes, en la austeridad de su puesta minimalista y en el trabajo con el sonido) para describir los dilemas de un padre que debe mantener el fuego prendido para calentar y alimentar a su familia en medio de un invierno desolador y una geografía inhóspita. Hay otros cortos que no desentonan (Cinco velitas, corto de Paula Romero Levit y Michelina Oviedo con Rita Cortese, Alejandra Darín, Catarina Spinetta y Nahuel Mutti sobre una madre que deja a su hijo en una fiesta de cumpleaños para ir a un casting y durante la animación la abuela del homenajeado se da cuenta de que el chico es un "intruso" que no pertenece a la misma sala del jardín; Coral, de Ignacio Chaneton; o Los teleféricos, de Federico Actis), un par apenas solventes (Alicia, de Tamara Viñes; El sueño sueco, de Gustavo Riet); y algunos que lucen forzados, exagerados, artificiosos y obvios (La araña, de Sihuen Vizcaíno; La última, de Cristian Cartier). De todas maneras, aunque podía esperarse más del conjunto, sirve seguir estimulando a nuevos directores y técnicos para que trabajen en condiciones dignas de verdaderos profesionales y luego alcancen un estreno comercial. Es la mejor manera de iniciar una carrera en el siempre complejo, intrincado universo del cine nacional
Historias breves, pero contundentes. Nueve cortometrajes componen la sexta edición de uno de los concursos más importantes que organiza el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), que permite a jóvenes cineastas la posibilidad de producir films a nivel profesional. Gracias a esta iniciativa tuvieron la oportunidad de dar a conocer su trabajo realizadores como Lucrecia Martel, Sandra, Gugliota, Adrían Caetano entre otros. En Historias Breves 6 se manifiestan diversas estéticas y formas de ver el mundo a través del cine. Entre las propuestas se incluye ficción, humor sutil y ácido expresado con refinamiento; hay además duros testimonios sociales tratados con cruda profundidad. Alicia (de Tamara Viñes); Arbol (de Lucas Schiaroli); Cinco Velitas (de Paula Romero Levit y Michelina Oviedo); Coral (de Ignacio Cahneton); El sueño sueco (de Gustavo Riet); La araña (de Sihuen Vizcaíno); Los teleféricos (de Federico Actis); La última (de Cristian Cartier) y Rosa (de Mónica Lairana) conforman un mosaico rico en donde la diversidad y la creatividad se funden para narrar con imágenes, sonidos y silencios. En las historias que aquí se cuentan hay una exploración interesante a través de diferentes estéticas, cuyo resultado deja al descubierto sensaciones, sentimientos, experiencias, y una clara visión de la realidad desde distintos puntos de vista. La calidad en cuanto a guiones, interpretaciones y tratamiento de imágenes es bastante parejo, aunque sobresalen algunos trabajos por la manera en la que están contadas las historias (como Arbol, Coral y Rosa). Historias Breves 6 es más que la oportunidad de los nuevos directores para mostrar su trabajo; es como una ventana que permite mirar hacia dentro y entender la realidad.
Los primeros pasos Nueva edición de la selección de cortometrajes nacionales. Como siempre, es muy difícil juzgar a los cortos que integran Historias Breves como un todo. Se puede, sí, observar cosas en común que tienen unos con otros, pero da la impresión aquí de que se tratan más de coincidencias circunstanciales que de una cuestión programática o estilística. Lo que sí se puede, como balance, es considerar a esta muestra como discreta, no demasiado trascendente ni original, descripción de la que se escapan dos, uno de ellos ya reconocido a partir de competir en Cannes como es Rosa , de Mónica Lairana, el punto más alto de esta sexta edición. Rosa es la historia de una mujer sola, de unos 60 años (Norma Argentina), que atiende las rutinas de su casa con la misma parsimonia con la que se masturba. Una salida de su casa a visitar a un familiar, el encuentro con un hombre, serán los mínimos datos que Lairana nos da de ella. Pero con eso logra crear un mundo que muchas veces no observamos en este tipo de personajes: la soledad, la sexualidad, una callada angustia. Sin lugar para especulación ni juicio ni morbo, Rosa nos pinta un día en la vida de una mujer. Otro corto intenso es Coral , de Ignacio Chaneton, sobre la “relación” entre una mujer y una serpiente que puede ayudarle a resolver sus problemas. Técnicamente impecable, tiene una vuelta de tuerca que desmorona la gravedad que parece tener el asunto. Alicia , de Tamara Viñes, es la simpática historia de una chica que se prepara para una fiesta donde espera conquistar a un cadete, pero las cosas no salen como lo pensaba. La sombría Arbol , de Lucas Schiaroli, se centra en una familia azotada por el frío y un árbol que puede ayudar a resolver el problema. Cinco velitas , de Paula Romero Levit y Michelina Oviedo, parte de una buena idea (una mujer que deja a su hijo en cumpleaños de desconocidos para irse a trabajar), pero no logra buenos resultados. El sueño sueco , de Gustavo Riet Sapriza, es una confusa historia de un chofer cansado que sueña, o no, con una misteriosa pasajera sueca, mientras que a La araña , de Sihuen Vizcaíno, la redime apenas su vuelta de tuerca final. Los teleféricos , de Federico Actis, se concentra en la relación entre un joven, su abuelo y una voz en off, mientas que La última , de Cristian Cartier, pone el eje en la paranoia del dueño del “Emporio del huevo”.
El cine del futuro viene en envase chico A diferencia de las primeras Historias breves, los cortos de esta nueva selección sólo parecen dar cuenta, ante todo, de sí mismos. Que las primeras Historias breves (las de 1995, que incluían, entre otros, trabajos de Lucrecia Martel, Adrián Caetano y Daniel Burman) hayan anticipado el fenómeno conocido como Nuevo Cine Argentino puede inducir a un error: el de suponer que todas las versiones posteriores deberían ser igualmente representativas de vertientes, tendencias o movimientos. Producidas por iniciativa del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales cada dos o tres años, las Historias breves son, más sencillamente, antologías de diez o doce cortos, en su mayoría realizados por alumnos de escuelas de cine de Capital y del interior. Grupos variables de “curadores” –que desde hace unos años tienen al frente al realizador y docente Bebe Kamin– seleccionan ese puñado de un universo varias veces mayor. Más allá de que por definición tienden a dejar afuera a quienes no cursan o cursaron cine en forma académica, los cortos dan cuenta ante todo de sí mismos. Sólo eventualmente pueden llegar a tener el valor de testimoniar corrientes o tendencias creativas entre los jóvenes cineastas. Un aspecto común a los diez cortos de estas Historias breves VI es el acabado técnico, particularmente notorio en los rubros fotografía y sonido. No es novedad: la profesionalización es una de las consecuencias más visibles de la explosión de la enseñanza de cine en Argentina, durante el último par de décadas. Como en todas las Historias breves, esta sexta edición busca un balance entre cortos de Capital y del interior, entre historias urbanas y rurales, entre ligereza y densidad. No casualmente titulados con los nombres de las protagonistas, Alicia (de la barilochense Tamara Viñes) y Rosa (de Mónica Lairana, presentado en Cannes y premiado en varios festivales) sintonizan con una tendencia que no es sólo del cine argentino reciente: la de acercarse a personajes solitarios, desde una empatía no condescendiente. En el primer caso, en tono agridulce y un registro clásico de comedia dramática de clase media. En el segundo, con gramática más moderna, de planos fijos y fragmentados, y un tono seco y crudo. Tanto, que empieza con una masturbación de su protagonista cincuentona. Con su suma de narración en off de tono cuasicientífico, distanciamiento estético, enfoque lúdico, gusto por el collage y una construcción visual y narrativa hecha de ecos, simetrías y correspondencias, a Los teleféricos (del rosarino Federico Actis) podría calificársela de película llinasiana, en referencia a las de Mariano Llinás. De todos los integrantes de esta selección, si hubiera que apostar por los que van a filmar pronto su primer largo, ésos serían sin duda Actis y Lairana. Que un campesino necesitado de madera le perdone la vida a un árbol tal vez represente un exceso ecologista. Pero lo cierto es que Arbol (del mendocino, radicado en Córdoba, Lucas Schiaroli) está narrada con una mudez, sequedad y rigor que no son forzados, sino que se corresponden con los de su ambiente. También en un medio agreste y cuasi mudo se ubica Coral, del neuquino Ignacio Chaneton, combinando un aire de primariedad social con una sofisticada fotografía, de tonos muy saturados, llevada a cabo por el realizador. Codirigida por la docente de guión Michelina Oviedo y su ex alumna Paula Romero Levit, 5 velitas es, de toda esta selección, la que opta por un relato más clásico, con actores profesionales (Alejandra Darín y Rita Cortese, entre ellos) y técnicos ídem (incluyendo al notable director de fotografía Marcelo Iaccarino). Clásica, sí, pero construida en base a una idea tan rara como perturbadora. Unico corto fantástico del lote, El sueño sueco, del uruguayo Gustavo Riet, juega con una clásica continuidad entre sueño y realidad, a la que tal vez le falte algún punch mayor. Confirmando que el humor y el cine argentino no suelen llevarse bien, los dos únicos cortos fallidos de esta selección (La araña, de Sihuen Vizcaíno, y La última, de Cristian Cartier) apuestan a él. Con ese par de excepciones, el resto de los cortos dan ganas de ver futuros largos de sus realizadores.
Finalmente el concurso del INCAA denominado “Historias Breves” parece haber logrado una frecuencia anual y ha presentado su sexta edición con el largometraje colectivo que integran los nueve cortos ganadores de 2010. Las primeras ediciones de este concurso catapultaron hacia su primer largometraje a muchos de los directores que ahora integran el grupo de realizadores del Nuevo Cine Argentino. Adrián Caetano, Bruno Stagnaro, Daniel Burman, Lucrecia Martel, Gregorio Cramer, Sandra Gugliotta, Santiago Loza, y Jorge Gaggero han sido ganadores en algunas de las ediciones anteriores. La mayoría de los nombrados manejan muy bien la parte técnica pero tienen dificultades para contar historias y, salvo Stagnaro y Gaggero, les resulta difícil la dirección de actores. En esta 6ª Edición de “Historias Breves”, vuelven a ser notorias estas deficiencias de los directores que aspiran a desarrollar su carrera dentro de los circuitos cinematográficos. La mayoría de las historias son previsibles en su desarrollo o no son contadas cinematográficamente de manera adecuada. Pareciera que muchos de estos nuevos realizadores siguen con la línea directriz que usaron cuando eran estudiantes en sus cortos curriculares o de tesis, han estado más pendientes de poder demostrar que saben hacer planos, contraplanos o secuencias y que se note su preocupación por incorporar música, arte e iluminación pero se han ocupado muy poco por contar algo al espectador que, en definitiva, es el destinatario del producto. Escapa a lo señalado y se destaca el cortometraje “Rosa” que dirigió Mónica Lairana, que ya fuera presentado en varios festivales donde obtuvo premios y llegó a participar del Festival de Cannes. La directora utiliza mayormente planos fijos para escenas que describen situaciones de un día que equivale a una vida. Mónica Lairana tiene una importante formación en actuación y se le nota, por lo tanto es evidente en la pantalla que directora y actriz (Norma Argentina) construyeron, conjunta y magníficamente, al personaje de una mujer que, aunque eventualmente esté acompañada, siempre está sola. También realizó una buena labor el director Lucas Schiaroli; quien con “Arbol” desarrolla una trama angustiante con buenas labores de un elenco integrado por Néstor O. Rosso, Ana M. Farías, Ana Laura Ré y Octavio Martín Ré. Posee este corto un excelente trabajo de arte de Sofía Kenny, además de una acertada iluminación que no se desmereció a pesar de la lógica diferencia de resolución visual como consecuencia del paso del formato de fílmico a DVD de la copia que se proyectó a los críticos. Michelina Oviedo y Paula Romero Levit para “5 velitas”, con una atractiva historia estructurada de manera clásica, optaron por trabajar con un equipo integrado por profesionales de trayectoria tanto en lo técnico como en lo artístico. Esto último implica un riesgo. Es sabido que los actores con experiencia están capacitados para armar las situaciones en las que el director no logra imprimir su estilo, así es dable ver en éste cortometraje dos escenas que “son” Rita Cortese y otra escena, precisamente la que remata el final, que “es” Alejandra Darín. Dos buenas actrices que sin desbordes ni divismo pero afirmadas en sus sólidas trayectorias resolvieron las escenas. Generalmente se considera que las películas son del director y no del actor, en este cortometraje puede verse la excepción a la regla. Es importante contar en la cinematografía argentina con este concurso que impulsa a noveles directores a llegar a trabajar de manera profesional, deben para ello además de tener, lógicamente, un guión para filmar, ocuparse de administrar la financiación de la producción (el INCAA les provee de $ 100.000), el trabajo debe ser hecho en el formato fílmico de 35 milímetros (en la próxima edición se permitirá usar el soporte digital), supervisar los procesos técnicos habituales en toda realización cinematográfica, pre y post produccción y, fundamentalmente, pagarles a todos los que trabajaron en el proyecto. Es el paso para que el amateurismo y las tesis queden atrás. En este largometraje colectivo hay disparidad en la calidad de los cortos que lo integran, por lo que la calificación puede ser ambigua. Hay mucha diversidad, desde directores que pensaron muy poco en atrapar el interés del espectador, otros que tuvieron el objetivo de entregar un metamensaje, algunos que prefirieron lucirse técnicamente y otros que contaron una historia desde un particular estilo narrativo.