Entre el psycho thriller y el film de denuncia
Tres líneas narrativas se trabajan en Holy Spider, en ocasiones de manera contrastante y en otras de forma complementaria. La película, basada en hechos reales de hace un par de décadas, donde un buen esposo, padre y persona respetadísima en su mundo privado y laboral, desparramó su furia asesina en los cuerpos de 16 prostitutas de la ciudad de Masshad con el fin de “limpiar a la sociedad”, ofrece condimentos destacables y en otros se sumerge en una lectura urgente y actual (el rol que ocupa la mujer en Irán) que neutraliza los logrados momentos donde la trama se inclina por narrar una historia de la manera más clásica posible sin apelar a subterfugios coyunturales y opiniones de inmediato impacto.
Por un lado, todo lo relacionado a Saeed (el asesino), su ámbito social y familiar, las tradiciones iraníes a la orden del día, el respeto de sus hijos, y claro está, su paseos nocturnos en moto a la búsqueda de prostitutas. Cuatro asesinatos son mostrados en la película con lujo de detalles, de la manera más cruda y realista posible, a pura violencia tal que recuerda, por momentos, a la visceralidad física (gratuita o no) de Gaspar Noé o a Henry, retrato de un asesino de James MacNaughton.
Pero el sujeto narrador no es Saeed sino una periodista de Teherán, Rahimi, metida de cabeza en el caso y descubriendo, de a poco, el nulo interés de la policía y las autoridades en general en revelar la identidad y el accionar del psicópata. En este sector narrativo, la película también gana puntos porque describe con sutileza el contexto poco favorable que se le transmite a la inquieta reportera.
El punto más álgido y discutible de Holy Spider surge en la última media hora con la captura de Saeed, segmento donde la película se reconvierte en otra, auscultando el interés en la denuncia social, juicio de por medio y condena o salvataje de último minuto que no revelaré por acá. No está mal que la trama gire hacia una zona más cómoda y de fácil digestión para un espectador luego de los crímenes descriptos de la forma más directa posible. Pero ocurre que la combinación de historia de psycho thriller y película de denuncia de un contexto social determinado solo deja mostrar las costuras más débiles de un relato donde esos dos ejes temáticos no encajan a la perfección.
Aclaración final: la historia real que cuenta el film del director iraní Ali Abbasi (radicado en Dinamarca), también responsable de la muy elogiada Border (2018), que aún no vi, tiene un documental de 2003 (And Along Came a Spider) en donde, supuestamente, el asesino y su familia describen los hechos de otra manera, dando a entender, a futuro, claro, de las libertades que se tomaría el cineasta para contar su propia visión del asunto. A quienes acusaron a la película (periodistas locales y extranjeros) de ciertas exageraciones que decidió Ali Abassi les recordaría que el cine, entre otras cosas, es el arte de la manipulación y que para nada necesita de mentes bienpensantes sumergidas en supuestas correcciones políticas o de cualquier otra índole.