José Celestino Campusano pasó por una etapa de transición entre un cine que tenía una potencia casi instintiva a uno más cuidado en las formas, pero que había perdido cierta fuerza. EnHombres de piel dura la recupera y equilibra la crudeza para narrar, con una mayor sofisticación en la puesta en escena, historias de vidas signadas por la violencia.
El guionista y director continúa adentrándose en temas complicados, esta vez poniendo el foco en el abuso sexual, dentro y fuera de la Iglesia, y las dificultades para ejercer libremente la sexualidad que aún persisten en ambientes rurales. Todo está contenido en la historia de Ariel, muy bien interpretado por Wall Javier, un adolescente que sufrió el abuso y la manipulación de un sacerdote, y se libra de ese vínculo, buscando otros hombres con los que relacionarse sexual y afectivamente.
La elección de planos generales y el trabajo con la profundidad de campo potencian el contraste entre la calma de los escenarios rurales y las situaciones violentas que allí suceden. No resulta tan efectiva la insistencia en el uso de imágenes de un drone (¿tal vez representa al ojo de Dios que mira los pecados de sus representantes en la Tierra?), pero hay una búsqueda estética que corresponde al tratamiento complejo y original de temas tan difíciles. Como es habitual en su filmografía, Campusano demuestra su talento para mantener la atención del espectador, aun enfrentándolo a escenas bastante crudas.