En un pueblo rural, de algún rincón de la Argentina, vive Ariel (Wall Javier), un adolescente homosexual enamorado de Omar (Germán Tarantino), un cura pederasta del colegio religioso de la zona. Este último le pide un tiempo a su joven amante, quien, luego de esta decepción amorosa, busca donde satisfacer su ardiente deseo.
En esta película se tocan varias aristas como la (homo)sexualidad, el deseo, el hermetismo machista y arcaico de la sociedad rural, los curas abusadores y el encubrimiento de la Iglesia sobre sus actos. La alquimia de Campusano funde las diversas temáticas en una amalgama vivaz y estimulante para el espectador.
Si en “Vil Romance” se retrata, en un ambiente urbano, la relación entre un adolescente y un adulto, Roberto (Nehuén Zapata) y Raúl (Oscar Génova), respectivamente, con un estilo poético brutal y una estética rústica, en “Hombres de piel dura” se visualiza una variación en dichas formas. Se nota como el montaje y los planos evolucionaron de una película a otra. La experiencia obtenida por Campusano a lo largo de su filmografía y su oficio convierten a la cámara en un narrador más locuaz. Sin embargo, su estilo, aunque más depurado y estilizado, sigue teniendo esa sordidez mundana.
Ariel padece su vida en el campo, tiene que ocultar su homosexualidad ante la gente del pueblo que rechaza a las personas con su “condición” e, incluso, a su padre, que al enterarse de esto lo lleva a un prostíbulo para que “cambie” y solo consigue humillarlo. Si bien el espacio en el que se mueve es abierto y tiene libertad para ir a donde quiera, se percibe la opresión que tiene que soportar a diario. Esta situación hace que Ariel reprima su sexualidad ante la vista de todos, pero, como su deseo es tan visceral, termina teniendo arranques pasionales ante los hombres que alimentan su fuego interior.
Ahora, si hablamos de derroteros sexuales, Omar no puede estar exento. Su espíritu se doblega ante el deseo pecaminoso que le incitan los cuerpos púberes. Sabe que su ansia por la carne no está bien y, aun así, no puede hacer nada para evitarlo. Él, en contraste con Ariel, representa la sexualidad corrompida que solo busca, alejado de toda pasión, saciar el placer que le brindan los jóvenes.
Campusano filma, sin miramientos, historias de una crudeza insoslayable y, como no podía ser de otra manera, “Hombres de piel dura” no es la excepción.