El cine como acontecimiento
Seguramente no sea lo mejor insistir –a riesgo de subrayar- la importancia de una oportunidad única. La oportunidad por definición efímera de ser testigo de una experiencia que no suele presentarse con frecuencia: cuando el cine se convierte en un acontecimiento revelador. Cuando una película permite el encuentro del espectador con una realidad absolutamente desconocida. Una experiencia que puede llegar a amenazar, al menos por un instante -pero un instante radical por su obstinada persistencia en el tiempo-, con promover una transformación inesperada. O, lo que es igual, una alteración fugaz –como la fugacidad de un último plano brutal- de nuestro punto de vista. Acaso sea eso a lo que deba aspirar una película. Acaso no sea otra la motivación por la cual meternos en una sala. La experiencia que ofrecería el cine sería en definitiva la posibilidad de percibir el mundo de otra manera.
El cine como acontecimiento: se estrena en Buenos Aires Homeland: Iraq Year Zero , el descomunal trabajo documental realizado por el director iraquí Abbas Fahdel. Desde febrero de 2002, Fahdel registró con precisión y con una fortaleza inaudita la terrible realidad de su país. Mediante una simple cámara –simpleza que no condicionará su puesta, sino que al contrario, la fundamentará- filmó el cotidiano devenir de familiares, amigos y vecinos de Bagdad durante diecisiete meses.
La película está dividida en dos partes. La primera, Before the Fall, exhibirá el estado de situación social previo a la caída de Sadam Hussein y la inminente invasión norteamericana. Una televisión invariablemente encendida reflejará la omnipresencia de Hussein. Sus reiteradas apariciones públicas ofrecerán la posibilidad de dar cuenta de un poder que pronto se acabará. A su vez, podremos observar los preparativos de los habitantes de una ciudad a punto de ser invadida. Cómo disponer sus casas –atravesados por el recuerdo de invasiones y conflictos anteriores-, cómo hacerse de provisiones y conseguir recursos elementales para sobrevivir el ataque.
La segunda parte, After the Battle, se concentrará en las terribles consecuencias de la invasión del ejército estadounidense. Escenas cotidianas de la destrucción. La locura generalizada. La evidencia de un presente desolador. Fahdel recorrerá con su cámara los despojos. Registrará viviendas destruidas por los bombazos, la disputa interna por el territorio, la presencia de los marines patrullando en las calles.El constante y ensordecedor ruido de balas anónimas. La desesperación de la pobreza. Fahdel estará acompañado desde el comienzo por Haidar, su sobrino de doce años. Junto a él, a partir de diversos testimonios, pondrá en escena la complejidad de un contexto sombrío.
Una pregunta atravesará el conjunto del documental: cómo filmar la violencia de un país literalmente destruido. Un país arrasado en todo nivel. Fahdel en ningún momento exhibirá escenas que activen en el espectador truculencia y morbosidad. De entrada frustrará ese horizonte de expectativa condicionado por el discurso occidental. La duración del film –cada parte dura tres horas- obedecerá precisamente a esa determinación del director: mostrar la cotidianeidad más adusta y elemental. Y evidenciar, desde la perspectiva de las propias víctimas, una realidad que estremece. Justo aquello que el orden de representación dominante esconde: el terror de un ejército visto de cerca.
Homeland: Iraq Year Zero es un documental sin precedentes. Posee en sí mismo un valor histórico difícil de precisar. Al menos por ahora. No alcanzan –no pueden siquiera aproximarse- las palabras para describir el trabajo que realizó Abbas Fahdel con tanto sufrimiento pero también con una convicción asombrosa. Como nadie, el director iraquí se propuso filmar la barbarie que provocó y sigue provocando, en su afán civilizador, el imperialismo.
Y entonces tal vez sí, tal vez lo mejor sea insistir. No dejar de insistir.
El domingo se estrena en Buenos Aires Homeland: Iraq Year Zero . Un verdadero acontecimiento cinematográfico.