Documental que por coherencia narrativa y unidad conceptual queda registrado en la memoria
Durante los tiempos de grandes cambios que hubo en el país, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando las enormes transformaciones a nivel poblacional y edilicio provocaron un boom social a raíz de las cantidades de inmigrantes que bajaban de los barcos y se instalaban especialmente en las ciudades de Buenos Aires y Rosario, fueron momentos de grandes oportunidades de progreso, y allí estaban también los oportunistas que vislumbraron un gran negocio, a tal punto era redituable que fue legalizado por el Estado y apañado por la policía, como fue la trata de blancas.
Este documental reflota un caso muy poco divulgado en la actualidad, pero no por eso menos importante del pasado argentino.
Porque hubo una organización, la Zwi Migdal, que traía chicas desde Europa, engañadas con promesas de cambiar sus realidades, pero que, en verdad, terminaban siendo prostituidas y tratadas como una mera mercadería.
Con el objetivo de reflotar esta historia, Florencia Mujica y Daniel Najenson investigan y entrevistan a varias personas que saben, o se acuerdan, de lo sucedido, incluso viajan a Jerusalém para conseguir el testimonio de una persona que escribió un libro sobre el tema. Además, se valen de viejas e impecables filmaciones en Polonia, como de aquí también, junto a numerosas fotos de aquellas épocas, registros oficiales, libretas sanitarias, diarios, cartas, donde ciertos fragmentos son mostrados a cámara y leídos por la inestimable colaboración de Sonia Sánchez, quien es una militante abolicionista contra la trata de personas. Su participación es muy necesaria en éste documental, porque ella tiene un perfecto conocimiento de causa y es la que brinda justas dosis de emoción al relato.
Todos sabían de la existencia de esta organización, pero nadie la combatía, estaba perfectamente legalizada. Pero todo cambió con el golpe militar de 1930. Ese fue el fin del negocio.
El relato es dinámico, informativo, detalladamente descriptivo, gracias a las innumerables pruebas exhibidas en imágenes y narraciones de los interpelados. Y, como una guía, está Sonia Sánchez. Para concientizar al espectador, de lo malo y cruel que es el desarrollo de esa actividad.
Con el golpe dado por José Evaristo Uriburu, se ocultó todo con la excusa de no estigmatizar a las chicas. Tomaron la tesitura de que de eso no se habla y lo que pasó, pasó. Es irremediable. Y caso cerrado.
Pero para rescatar ese hecho, que muy de vez en cuando se lo recuerda, estuvieron los realizadores del film que lograron con coherencia y una sólida unidad de concepto, para que ésta producción quede definitivamente en la memoria.