En 2002, la crisis económica en la Argentina provocó la quiebra de multitud de empresas. Una de estas fábricas dedicada a la confección de autopartes no escapa a esta situación, y así sus obreros comienzan a sentir el rigor de su dueño, que deja de pagar los salarios y sueña con que su taller pueda transformarse en un rentable shopping. Allí, en esos galpones, está Juan, un correntino al que le hacen ver un futuro muy negro. Su amigo Daniel, que lleva casi 30 años en esa fábrica, pronto se convertirá en líder entre los trabajadores. En el momento en que la fábrica cierra, Daniel, Juan y otros compañeros imaginan hacer una cooperativa para que las viejas máquinas continúen en funcionamiento.
El novel director Ricardo Díaz Iacoponi narra una historia cálida, humana, plena de aciertos tanto en las situaciones como en los diálogos, y así el film se transforma en la radiografía de muchos, que como ellos, debieron vivir en épocas de desesperanza.
El realizador no necesitó de enredadas madejas ni de elementos herméticos para contar esta trama. Apostó a la humildad de sus personajes, a la sinceridad de sus acciones, a la sencillez de un guión que marca paso a paso la diversidad de esos hombres tronchados por la pobreza que se les avecina. Contó, además, con un elenco que supo insertarse en este entramado, y así sobresalen los trabajos de Carlos Portaluppi y Cutuli, acompañados con idéntico fervor por Aymará Rovera, Celina Font, Daniel Valenzuela, Manuel Vicente y Soledad Silveyra. El apoyo técnico es otro puntal del relato, ya que la fotografía y la música enmarcan con calidad esta anécdota de dolor y esperanza.