Sobre obreros que, en 2002, intentan recuperar su fábrica.
Todo lo que expone Ricardo Díaz Iacoponi en su opera prima es correcto (en amplio sentido): el trabajo, sobre todo el trabajo obrero, es opresivo, injusto, alienante. Lo era aun más, en tiempos en que los operarios no podían hacerse cargo de las fábricas que quebraban o eran vaciadas.
Industria Argentina se centra en este tema, a comienzos de 2002, en tiempos de colapso neoliberal.
Los efectos del capitalismo más salvaje (aquel que premia a los psicópatas) sobre un grupo de trabajadores han sido expuestos en filmes extraordinariamente delicados, como Recursos humanos , de Laurent Cantet.
Industria...
, noble en sus intenciones, está construida con trazos más gruesos: por momentos, resulta demasiado esquemática, con lugares comunes y declamaciones -que remiten a cierto cine nacional antiguo- y excesos sentimentales, realzados por la música.
En una fábrica de autopartes, aplastado por un esquema fordista pero del tercer mundo, Carlos Portaluppi interpreta a un obrero que pasa sus días al borde del llanto o llorando. Le sobran razones: el embarazo de su esposa (Aymará Rovera), un banco que lo acecha con deudas, la traición e indolencia de sus patrones. Para colmo, su angustia aumentará cuando echen a un compañero que lleva tres décadas en la empresa (Cutuli, que en varias escenas lleva una remera de All Together Now , de los Beatles: presagio de unión obrera).
Hay otros actores de trayectoria, como Daniel Valenzuela (un “carnero” que irá reviendo su posición) o Soledad Silveyra (una síndico tan inflexible como la que dijo “Racing -el club de Solita- dejó de existir”). Todos mostrarán su oficio, pero no podrán soltarse de textos anclados al cliché. Al final, queda la sensación de que Díaz Iacoponi logra exhibir, con altas dosis de realismo y costumbrismo, el clima de aquellos años. El problema es el tono del filme y lo previsible que resultan los giros de sus personajes. Hasta el subtítulo/consigna, La fábrica es para los que trabajan, parece (cinematográficamente, sólo cinematográficamente) obvio.