Con esta película Patrick Lussier (“Sangriento San Valentín 3D”, 2009) ha hecho entrar en tensión, debido a los recuerdos, a muchos espectadores que disfrutaron del cine clase B durante los años ´80 o quizá un poco antes.
Muchas explosiones, pantallas que se tiñen de rojo al mostrar unas veces mucho fuego y otras, mucha sangre.
Todo es desbordado, desde el automóvil (ahora de colección) que inexplicablemente alcanza velocidades de los últimos prototipos automovilísticos de este tercer milenio, pasando por la cantidad de trozos de cadáveres que quedan diseminados tras el paso del protagonista y mucho más desbordada es la rubia que lo acompaña, con una anoréxica silueta que resulta tan atractiva ahora como hace 30 años y con una avanzada de decisión femenina que apenas se vislumbraba en 1980.
Se trata de una producción que ha sido filmada con el Sistema 3D que no agrega mucho más que la novedad que ya está dejando de serlo
La historia repite ítems temáticos ya vistos en la cinematografía de todo el mundo.
Milton (Nicolás Cage), es un delincuente, ha muerto hace algún tiempo pero consigue algo así como una licencia del infierno (¿o del cielo?) para salir del purgatorio donde lógicamente está alojado un ser que ha sido tan malo.
Y sale de allí para aprovechar su última chance que le permitirá no regresar al ardiente averno.
Para ello deberá aniquilar a una secta que pretende sacrificar nada menos que a la nieta del mismo Milton para lograr el dominio del mundo.
Milton de paso puede vengar la muerte de su hija a manos del líder de esa secta, acto que no influirá negativamente en su evaluación para salvarse del fuego eterno.
Un asistente del demonio, El Contador, lo supervisará y a veces hasta lo ayudará, en su misión.
Claro que Milton no puede con todo si está solo, por más temerario y duro machote que sea, necesita que lo ayude una hermosa mujer.
Piper, que así se llama la bella niña, le robará el automóvil a su novio para vengar la infidelidad de éste.
La despechada se lo entrega a Milton y además lo acompaña porque parece que no tiene nada que hacer.
Y juntos enfrentarán a los fanáticos del culto que pretende matar a la bebita nieta del “a-prueba-de-balas” Milton.
Toda la trama resulta por momentos divertida porque se hace mucho uso del humor negro, negrísimo.
Es también entretenida para quien disfruta de ver explosiones, continuas "balaceras", autos chocadores que se destrozan (menos el del protagonista, claro está) y hasta un tiroteo en medio de un coito que por lo fantástico no importa si es explícito o actuado.
Tiene un cierto mensaje pacificador, pero fragmentado en diálogos, por lo que difícilmente un espectador logre captarlo si tiene que estar atento a tanto despliegue visual en la pantalla. Aunque pareciera que al escribir el guión ese mensajito salió de casualidad y el realizador, ya que estaba, lo aprovechó.
Nicolás Cage como Milton el protagonista, recurre al estereotipo y allí se queda. Amber Heard es Piper, la bella muchacha y busca desesperadamente recursos actorales, a veces logra encontrarlos, aunque pareciera más pendiente de que la cámara no haga planos de su trasero y así distorsiona su expresión corporal. William Fichtner como El Contador es quien más se luce dentro de la actuación al imprimir el necesario misterio a su personaje, aunque el espectador enseguida se imagina de donde y para qué viene.
Una película pochoclera más cercana al cine inusual que al de acción con muchos toques vintage, que será más aprovechada por los cinéfilos que hace 30 años vaciaban las góndolas de los cineclubes en busca de películas donde los malos triunfaran y los héroes tuvieran licencia para matar dentro de una trama increíble llena de obviedades pero simpática. Y con una buena producción.