Anexo de crítica: Patrick Lussier se dio a conocer en la década del 90 como el competente editor fílmico de Wes Craven en una larga lista de títulos mayoritariamente de terror: Un vampiro suelto en Beverly Hills, la saga Scream, La marca de la bestia y Vuelo nocturno, entre otros. Por desgracia también se le ocurrió empezar a dirigir a partir del año 2000 con La profecía 3. Y digo por desgracia porque de todas las películas que dirigió hasta el día de hoy no rescatamos ni una sola del olvido: Drácula 2000 (y sus continuaciones que salieron directo a DVD), la segunda parte de Voces del más allá -que aquí ni siquiera se vio en cines- y la más reciente Sangriento San Valentín, no han superado la más flagrante medianía. Infierno al volante es sólo otro pasito más hacia el abismo por parte de este artesano sin luces ni ingenio para el género. En este delirio absoluto Nicolas Cage se escapa del inframundo para perseguir y ser perseguido por una secta satánica que asesinó a su hija y secuestró a su nieta. El tipo mata a destajo y es baleado sin miramientos además de tener sexo vestido (¿cómo llamarlo si el tipo está muerto?; esto ya excede la necrofilia!!!) mientras fuma un habano y toma whisky como agua durante el acto. El absurdo del asunto se sostiene por un rato, concretamente la primera media hora o poco más, pero luego se pierde en un cúmulo de lugares comunes, situaciones sin ton ni son y una resolución sentimentaloide francamente patética. Tripas y miembros amputados vienen hacia el lente de la cámara mientras un pezón te entra en el ojo: ese es básicamente el uso que se le ha dado al 3D en esta bizarra película sin alma. Nico Cage sigue siendo inimputable pero ¡cuidado!: hay un límite para todo…