El infierno encantador
Manejar, matar y nunca morir son las tres principales acciones que describen a este peculiar film rodado en 3D. El actor Nicolas Cage se transforma aquí en un típico outsider con sed de venganza y justicia para dar origen a una película de acción que bordea lo bizarro, lo morboso, y los clichés más elementales, pero que se jacta de ello y así se propone entretener.
Milton (Nicolas Cage) conduce un auto a toda velocidad: persigue a tres hombres que saben dónde está la niña que busca. Ninguno se lo dice cuando logra alcanzarlos y terminan brutal y sanguinariamente asesinados. Así es Infierno al volante (Drive angry, 2011): muerte, sangres, fuego y tiros por doquier. El destino cruza al protagonista con Piper (Amber Heard), una camarera que acaba de renunciar nuevamente a su empleo y que, sin un mejor lugar donde ir, se une a la causa de Milton. Juntos encaran la búsqueda de su nieta. Un culto satánico, liderado por un despiadado predicador, asesinó a su hija y ahora sacrificará a la niña en la próxima luna llena. Eso es lo que deberán impedir. Su camino no estará libre de obstáculos: policías, sectarios y un misterioso hombre que se hace llamar “el contador” estarán tras ellos sin darles respiro.
En el combo del género de acción las persecuciones no pasan de moda, tampoco los tiros ni la sangre y mucho menos las chicas lindas y pulposas. Infierno al volante suma el elemento del 3D como un claro signo de renovación para el género en cuestión, si bien todavía su presencia no es más que un adorno que muy poco aporta a la totalidad. De hecho casi no tiene sentido en este film a más no ser por algún que otro efecto visual que tampoco contribuye en mucho. Desde ya cabe aclarar que la credibilidad o fe en el argumento debe ser ciega. No sería apropiado adelantar aquí demasiado pero la película introduce varios indicios que nos dan a pensar que el protagonista no es un humano cualquiera, cualidad que lo hace prácticamente indestructible. Vale aclarar que las explicaciones verosímiles nunca aparecen, pero tampoco importan demasiado. Y esto es así porque nuestra atención no se detiene en esas nimiedades sino en las imposibles formas de la acción, exacerbadas aquí hasta lo bizarro, pero interesantes coreográficamente.
Seguramente por lo aquí ya expuesto algunos posibles espectadores fueron eliminándose. Este film no es la originalidad en persona, claro está. Con reminiscencias a muchas películas de acción se van armando imágenes muy reconocibles pero la película no se apoya en eso para sobrevivir. Se alimenta antes que nada de otros intertextos. La vertiginosidad de las persecuciones y las escenas violentas están acompañadas por una acertada banda de sonido que es prácticamente metalera en todo el film. Con estos guiños videocliperos y hasta de video juegos, avanza este film lleno de personajes arquetípicos y maniqueos.
No se iba a perder la película, por supuesto, pulir tanta violencia con un poco de melodrama barato y la redención personal del protagonista. Así que, si con lo anunciado, el lector consigue captar el aire juguetón de este film por ahí logra ir convencido y dispuesto a reír un poco. Si esto no le sucede hay una gran oferta cinematográfica en estos días para elegir.