Nadir Medina (El espacio entre los dos) entrega en Instrucciones para flotar un muerto un drama poético, sensible y bien logrado.
Jesi (Jazmín Stuart) vuelve a Córdoba después de muchos años viviendo en Madrid. Para en lo de Pablo (Santiago San Paulo) y Martín. Pero Martín ya no está. Los tres han sido muy unidos, un trío de amigos inseparables, pero la muerte ha puesto las cosas en otro lugar, quizá el de la incomodidad, seguro el del dolor que no se sabe compartir.
Esos días de diciembre les permitirán a ambos atravesar un duelo detenido en el tiempo y la distancia. Y como espectadores debemos ir reconstruyendo los vínculos y lo que ha sucedido a partir de una dosificación acertada de la información que no sólo pinta a los protagonistas sino a la posición ética y estética elegida por el director para narrar la historia.
Nadir Medina construye en Instrucciones para flotar un muerto una película que no teme exponer los sentimientos de los que quedaron con procedimientos audiovisuales y una puesta en escena donde permanentemente los espacios se llenan de la ausencia de Martín. Una presencia que parece flotar por los pasillos y habitaciones del departamento, moviendo las cortinas y ululando en el viento tal como se mueve esa cámara inquieta y melancólica que todo lo tiñe de una tristeza ahogante y poética.
La poesía de la puesta también se hace palabra con una fluidez lograda y sentida en varios textos que completan sin forzamientos cada momento vivido, tanto los banales y cotidianos cuanto aquellos que harán mella. Stuart y San Paulo se entregan solventes y despojados a sus personajes y nos llevan de la mano a compartir un camino donde el dolor no está exento pero sin estridencias ni facilismos.
Todo lo no dicho o se enquista en el alma o pugna por salir a como dé lugar. Será tiempo de decidir si viviremos aplastados por el peso del ausente y viviendo a su sombra o finalmente aceptando soltarlo sin temor al imposible olvido.