La segunda película del realizador Nadir Medina (realizador de “El espacio entre los dos”, 2012), es una reflexión sobre los vínculos afectivos, de aquellos vacíos que se producen ante “lo no dicho” a tiempo, aquello que en su silencio causa heridas lacerantes. Poniendo el acento en esa palabra omitida, que vista en la distancia duele, el film busca reconstruir un pasado en común entre sus protagonistas, narrando cómo esta tensión determina la constitución de dicho vínculo, en un progresivo acercamiento entre ambos.
Los protagonistas de esta historia han perdido a un amigo (en causas no del todo aclaradas), y entre ellos puede palparse claramente la ausencia del ser querido, la distancia del paso de los años y la angustia que las circunstancias presentes hacen aflorar. El recuerdo reconstruido sobre aquellos afectos que la distancia del tiempo difuminó, la asfixia que produce dicha desconexión presente y la falta de comunicación evidente a la hora de intentar establecer vínculos (la metáfora del cigarrillo compartido utilizada en varias ocasiones lo ejemplifica) son parte del universo temático que el film atraviesa con sensibilidad y profundidad.
Una mujer, interpretada por Jazmín Stuart, regresa desde Madrid a Argentina y en ese retorno, el personaje que interpreta Stuart (con notable solvencia) busca pistas sobre aquello que no existe más, descubriendo las respuestas sobre sí misma, síntomas del cambio que esta ausencia trágica despertó en ella y en su compañero de habitación (el muy eficiente Sao Paulo). Quizás como una forma de autoconocimiento desde lo que ya no se reconoce como propio y en escisión permanente. Buscando reconocerse como mujer, con el reflejo de esa joven que dejó el país luego de la crisis del 2001, algo evidentemente se quebró en su interior.
Respecto al vínculo con el personaje del amigo fallecido, no sabemos cómo fue la amistad y acaso la película nos provee de contadas claves para descifrarla. La examinación psicológica que se lleva a cabo permitirá al espectador ir descubriendo el vínculo entre ambos, aún con el ‘peso muerto’ del personaje de Martín condicionando la escena. A partir de allí, “Instrucciones…” invita a ser parte de aquello que impulsa a los personajes, construyendo el sentido del vínculo a medida que exploran la naturaleza propia, atravesada y mutada por el dolor.
El relato se ubica en el centro de los dos protagonistas, al tiempo que la cámara juega con el fuera de foco y los espacios vacíos de la casa con bienvenido vuelo poético, el cual resulta eficaz para transmitir sutilezas. Por momentos, la cámara pareciera querer sugerir más de lo que muestra (como percibiendo la muerte en el aire) allí donde lo visual se revela atrapante, misterioso, onírico, mágico e intangible. Medina, con autoridad y sobrio manejo del lenguaje, subjetiviza esa soledad que inunda las almas de estos personajes.
Poniendo de manifiesto que aquello que nos une a veces nos separa, el director va conformando este improbable trío afectivo, en donde la sombra del otro -o cómo diría Carl Jung, el arquetipo de la sombra- devela el lado oscuro de nuestra personalidad, ese submundo oculto de nuestra psique que contiene lo reprimido, aquello que lo consciente rechaza hundiéndonos en el abismo de nuestro ser. Apelando a texturas melancólicas y tiempos lentos, Nadir Medina explora esos caminos en donde sus personajes reflexionan en tono existencialista acerca de la difícil aceptación de la muerte de este ser querido, aún con su fantasma sobrevolando ese intenso período de autodescubrimiento.
La ciudad de Córdoba sirve de marco urbano para esta película de largos silencios que enmarcan un réquiem paulatino, acompañado de pasajes de lectura poética consistentes en leves instrucciones para sobrellevar la pérdida, inclusive remarcando la obvia revelación. Austero en su relato, el director consigue plasmar las transformaciones que atraviesan sus personajes en medio de este duelo gracias a una amplia paleta de sensaciones. Cuyas miradas del uno sobre el otro también funcionan como un espejo interior, reflejo del tiempo esculpiendo sus propias grietas.