El director Miguel Barata define su trabajo como un documental de observación. Y la definición es perfecta. Porque a través de su trabajo, realizado en el estudio del talentoso Eduardo Stupía, el reconocido artista plástico, también periodista, traductor, docente, nos permite como espías ocultos ser testigos de su mundo cotidiano. De ingresar a su lugar de trabajo, lleno de libros y materiales, de un caos bellamente acumulado, donde el artista pasa sus días, reflexiona, respira y fundamentalmente crea. ¿Puede haber algo más fascinante que ser testigo de la creación de una obra de arte? De ver sus manos en plena acción, de intuir sus convicciones, de descubrir cada línea de su cuadro. Pero también es escucharlo reflexionar en un retazo de conversación inacabada. Y todo se transforma en un puntilloso, respetuoso lujo que podemos darnos.