Impresentable
Algunas veces cuando uno se enfrenta a una película se pregunta, ante el resultado final, que es lo que quisieron hacer. Y esa pregunta surge en Intemperie (Miguel Baratta, 2015), documental fallido sobre la figura de Eduardo Stupía, uno de los principales referentes del ámbito del dibujo y las artes visuales de la Argentina.
El principal problema de este documental no solo es la falta de una idea sobre lo que se quiere contar o mostrar, sino también su concepción estética donde pareciera que el profesionalismo no existiera. Durante la primera parte observamos a Stupía en el inicio del proceso creativo de lo que será una de sus obras. Corte y pasamos a una especie de entrevista con preguntas que no conducen a ningún lado. No es que las respuestas no tengan un sentido, sino que las preguntas no logran mantener una coherencia dentro de un relato sin rumbo. Hablamos de la obra, del artista, de si quiere filmar una película, del desorden o de nada. Nuevamente un corte abrupto y volvemos al artista terminando su trabajo. Fin. Cuarenta y cinco minutos de observación hacia una persona mientras trabaja (en un aparente tiempo real) y quince preguntas que no le aportarán nada a quien intente conocer un poco más del prestigioso artista.
Desprolijo en todo sentido, pero no como búsqueda experimental sino como alguien que filmaba sin importarle nada. Feo visualmente, ni siquiera busca una estética que vaya en paralelo con la obra de Stupía sino que da la sensación de ser realizado a los ponchazos. Intemperie no logra transmitir nada que tenga que ver con el artista ni con su obra. Si la idea era hacer un collage no salió bien, si se buscaba el caos estético no se encontró. Ahora, si pretendía ser un pastiche, se logró. Stupía se merecía una película no este despropósito cinematográfico.