El cine de animación tiene una ventaja fundamental respecto del de carne y hueso: las posibilidades son ilimitadas. Es cierto que con el auge del CGI la brecha se redujo, pero la animación sigue teniendo una libertad que el resto del cine no tiene. Y Pixar viene siendo el estudio que mejor aprovechó esa libertad con historias y guiones perfectos. Como un buen futbolista: la habilidad al servicio de la inteligencia; Pixar sabe dónde poner la pelota y tiene la habilidad para ponerla exactamente donde quiere.
Intensa-Mente, sin embargo, es un partido en el que el habilidoso está distraído, confundido. Corre mucho y gambetea pero no está entendiendo el juego. La premisa ha sido comparada con el clásico de ciencia ficción de los ‘60 Fantastic Voyage -o su par ochentoso que los treinteañeros recordamos con cariño: Viaje insólito, de Joe Dante- pero no es exactamente igual: adentro de la cabeza de Riley, una nena de once años, viven las cinco emociones que gobiernan sus estados de ánimo y que deberán lidiar con los problemas de la niña cuando se muda y cambia de escuela y, en resumen, cuando crece. La diferencia es que estos personajes adentro de la cabeza de la niña no son intrusos como en Viaje insólito sino los huéspedes que tenemos todos, más a la manera del último segmento de Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo, de Woody Allen.
Alegría, Tristeza, Miedo, Repulsión e Ira son las cinco emociones, encarnadas por personajes previsibles: la Tristeza es una señora azul con lentes que habla lento, la Ira es un petiso rojo siempre en llamas, el Miedo es un flacucho tembloroso, y así. Estas cinco emociones trabajan en una especie de centro de control adentro de la cabeza de Riley, que va produciendo recuerdos (representados por unas pelotas de colores: azules si son recuerdos tristes, amarillos si son recuerdos alegres, etc). También hay unas islas que reflejan distintos aspectos de la personalidad de Riley: familia, honestidad, etc.
Todo este sistema que reúne lo peor de la solemnidad y del disparate es presentado en el prólogo con una voz en off morosa que se parece bastante a una declamación de las reglas de un juego de mesa. "Estas son las emociones que controlan a Riley, estas son las islas, esto funciona así y asá.” Comparar esto con el minimalismo de WALL-E, por ejemplo, es demoledor. Parece una película hecha por otra gente. (En realidad, lo es. Si bien ambas son de Pixar, sólo comparten a Pete Docter como inventor de la historia, aunque ni siquiera como guionista.)
La trama de Riley es sencilla: se muda y cambia de escuela, con todas las angustias que esto conlleva para una nena de once años. Pero la película es lo que ocurre dentro de su cabeza, que se parece más a una tonta película slapstick que a algo que pueda tener que ver con emociones reales. La Tristeza se tropieza sobre un Recuerdo, entonces Riley se pone triste. El concepto no sólo es rebuscado, también le quita emoción real a la historia.
Una nena siente miedo cuando se tiene que presentar ante sus nuevos compañeros de escuela. Escena sencilla y sensible. Pero en el universo de Intensa-mente la escena alterna con otras dentro de su cabeza, en las que el Miedo toma el mando y la Alegría se lo intenta arrebatar como si fueran Abbott y Costello o Los Tres Chiflados. Intensa-Mente termina poniendo un empeño importante en anestesiar las emociones.