Problemas de la adolescencia
Lejos del disfrute efímero propuesto por la mayoría de los tanques de Hollywood, Intensa-mente deja un retrogusto de muchos matices destinado a acrecentarse con el paso del tiempo, algo que sólo los buenos vinos y las buenas películas pueden generar.
En la entrevista publicada el último domingo en este diario, Pete Docter dijo que “siempre hay que buscar la experiencia humana real”. La definición venía a cuento de un pedido de este cronista para que diera detalles del proceso creativo de Intensa-mente, su opus tres como realizador después de Monsters, Inc. y Up, una aventura de altura, pero un repaso muestra que en esa frase se cifra el concepto que elevó a Pixar hasta el infinito y más allá del cine de animación. Al fin y al cabo, sus films pueden hablar de autos, peces, monstruos, bichos o juguetes, situarse en universos enteramente imaginados u otros de indudable cercanía con el espectador, pero siempre portan un núcleo humanista que universaliza sus temas predilectos: los sentimientos, la familia, la amistad, las responsabilidades implicadas en el crecimiento, las formas posibles para lidiar con los dolores de un pasado reciente. Esto al menos hasta que su pase a la órbita Disney, en 2006, empezó a pasar factura empujando a John Lasseter y sus secuaces a la tentación de historias trilladas y facilistas, con Cars 2 como máximo exponente. En este contexto, la primera buena noticia de Intensa-mente es el regreso con gloria del estudio del velador saltarín a su senda temática, ética y estética de antaño, revalidando con creces la máxima creativa del coguionista de las primeras dos Toy Story.En esa misma entrevista, Docter recordó que la idea surgió mientras observaba los cambios emocionales de su hija durante el paso de la infancia a la pubertad. Tiene lógica que, al igual que Toy Story y Up, el devenir irrefrenable del tiempo sea aquí el tema central, y la melancolía y la tristeza, los tonos que atraviesan de punta a punta el metraje. Melancolía y tristeza es lo que siente el alter ego ficcional de la señorita Docter, Riley, cuando su familia decide mudarse a la costa oeste de Estados Unidos, obligándola a dejar atrás su ciudad natal y, con ella, los rezagos de una niñez empecinada en no irse. A partir de esa anécdota, Intensa-mente muestra el funcionamiento del comando central de su mente y la interacción de las emociones internas lideradas por Alegría (voz original de la comediante Amy Poehler) y encargadas de determinar el comportamiento diario de la pequeña que está dejando de serlo. Como bien señaló Manuel Yáñez Murillo en su crítica para Otroscines.com, en el film de Docter y compañía hay una reivindicación velada del “valor de la tristeza en el universo de la infancia” casi subversiva, contrapuesta al canon seguido por la mayoría del cine infantil.Claro que quizás Intensa-mente no sea una película infantil. O al menos no sólo eso: Docter y el codirector Ronaldo Del Carmen confían en la inteligencia de sus públicos mirándolos siempre de frente, construyendo una historia que avanza a una velocidad apabullante, disparando chistes de buenos para arriba y prestándose con elegancia a diferentes claves de lectura sin que esto implique guiños cancheros para los adultos ni mucho menos la reducción de los chicos a meros devoradores de pochoclos. Docter y sus animadores ofrecen, en cambio, un film donde la lógica anárquica del subconsciente es traducida en un universo visual felizmente caótico y construido sobre la base de caudal de ideas por minuto inconmensurable, mostrando que tecnología –y el 3D– aún puede ser una herramienta al servicio de la imaginación visual antes que un fin en sí mismo. Lejos del disfrute espectacular y efímero propuesto por la mayoría de los tanques de Hollywood (inténtese recordar Avengers 2 o Jurassic World una semana después de verlas y se validará lo antedicho), Intensa-mente deja un retrogusto de múltiples matices y sabores destinado a acrecentarse con el paso del tiempo, algo que sólo los buenos vinos y las buenas películas pueden generar.