El único problema de “Intensa-Mente” (Inside Out, 2015), lo nuevo de los estudios Pixar, es que en algún momento se acaba. Sí, lamentablemente, esta pequeña maravilla animada llega a su fin y nos deja un montón de emociones mezcladas, además de las ganas de seguir acurrucados en la butaca para saber que le depara el futuro a la joven protagonista.
La compañía de la lamparita, que hace veinte años supo tomar al mundo por asalto con “Toy Story” (1995) y cambiar para siempre las reglas del género de animación, vuelve a su mejor elemento tras algunos traspiés y varias secuelas/precuelas que no le hacen tanto honor a su buen nombre.
Pete Docter, uno de los “veteranos” del estudio, guionista y director de “Monsters, Inc.” (2001) y ganador del Oscar por “Up – Una Aventura de Altura” (Up, 2009), vuelve a la carga con una historia mega original por dónde se la mire. Con la colaboración en la dirección de Ronaldo Del Carmen -un debutante pixariano, pero un gran animador que acumuló experiencia gracias a, por ejemplo, “Batman: The Animated Series” (1992-1995)-, plantean una doble trama que se pasea entre la realidad y la fantasía más abstracta: la vida cotidiana de una nena de once años y sus emociones básicas que trabajan incansablemente para ayudarla a atravesar esa aventura llena de obstáculos a la que podemos denominar crecimiento. Una tarea para nada fácil, como se puede apreciar a lo largo de una hora y media de puro entretenimiento.
El relato que plantean Docter y su equipo es bastante sencillo. Desde el momento de su nacimiento, Riley, empieza a acumular experiencias que le van dando forma a su distintiva personalidad. Alegría (Joy, con la voz de Amy Poehler) se suele destacar del resto de las emociones que conviven en el Cuartel General de la mente pilotando el día a día de la chiquita que crece feliz junto a sus padres en Minnesota sin demasiadas preocupaciones.
Pero la pre-adolescencia no llega sola y, a los once años, el mundo de Riley empieza a dar varios giros inesperados que pondrán a las vocecitas en su cabeza a trabajar horas extra y a redefinir sus verdaderos propósitos. Por culpa del nuevo trabajo de papá, la familia debe abandonar su acogedor hogar y mudarse a San Francisco (rebautizada como San FrancASCO, obviamente). Nueva casa, nueva escuela, nuevos amigos y una nueva actitud que está bastante alejada de lo que solía ser esa pequeñita que jugaba, imaginaba y sonreía a cada momento.
El Cuartel General se pone en alerta máxima, pero ni Alegría, Furia (Anger), Temor (Fear), Desagrado (Disgust) y Tristeza (Sadness) pueden anticipar lo que se viene. La cosa se complica un poco más cuando Joy y Sadness se pierden en los confines de la Memoria a Largo Plazo y es ahí donde comienza la verdadera aventura para el espectador que debe lidiar, por un lado, con los pormenores de la realidad de la nena y sus cambios de humor y por el otro, una odisea abstracta por los recovecos de su mente y los extrañísimos lugares, como Imaginalandia, Producciones de Ensueño o Pensamiento Abstracto, que la conforman.
Es en este plano en particular donde los realizadores dejan volar su imaginación y se nota, una vez más, como Pixar se destaca por años luz de sus competidoras animadas. Ya sea desde lo visual, un conjunto de texturas y colores donde nada queda librado al azar y la estética define cada uno de los maravillosos escenarios y personajes que nos proponen; o lo narrativo, una típica aventura de “regreso a casa”, pero pavimentada con una serie de gags para todas las edades, ese humor que hila más fino y que, tal vez, sólo puede ser disfrutado por los más grandecitos y un montón de metáforas e ideas complejísimas que, acá, se materializan un momentos cargados de descubrimiento y ternura infinita, de esa que anuda la garganta y nos permite dejar correr una lágrima sin ningún remordimiento.
“Intensa-Mente” no necesita apelar al golpe bajo o al cliché para estremecernos (en el mejor de los sentidos), sólo hace lo que mejor saben hacer John Lasseter y su gente: mostrarnos la realidad desde otro punto de vista al que no estamos acostumbrados, o no nos interesa, prestarle atención.
Riley es protagonista y escenario de su propia historia, desencadenante y receptora de cada resultado. Durante poco más de noventa minutos Pixar nos da una clase de cine puro, nos explica los conceptos más complejos y nos demuestra que, como seres humanos, no estamos definidos ni manejados por nuestras emociones, pero tampoco podemos escapar a su influjo.
Es muy pronto para decir si “Intensa-Mente” es la obra más grande del estudio, pero sin duda alguna forma parte de un podio compartido con sus mejores aventuras. Su única falla, tal vez, es que los más pequeñines sólo se quedan con lo más mundano y divertido sin poder apreciar todos los “niveles” de la historia por razones obvias, pero igual hay disfrute y un día crecerán y retomaran el visionado de este clásico que les llamó la atención de chiquitos.
La maestría visual, las actuaciones siempre correctas (ojo, que la versión latina también está muy bien, pero si pueden no se pierdan la subtitulada), la hermosa partitura de Michael Giacchino… todo encaja a la perfección y nada desentona, es Pixar en su máxima expresión y eso siempre se celebra desde la butaca de una sala de cine, con o sin pochoclo, pero con un pañuelito bien a mano.