El regreso.
Intensamente viene a dar la cara por Pixar, un estudio que atravesaba su crisis creativa más profunda desde su nacimiento: lejos de sus obras más logradas se disponía a duplicar aquellas menos interesantes (el caso de Cars 2). El riesgo de abordar temáticas que se alejan de los animales que hablan o de aventuras extraordinarias, es el rasgo que mejor se adecúa y que sobresale en esta historia sobre el funcionamiento sensible de Riley, una niña de 11 años. Para doblar la apuesta, casi toda la película se desarrolla dentro de su cabeza, en la que habitan cinco personajes representativos de diferentes emociones: Alegría, Tristeza, Desagrado, Furia y Temor. Alegría es la que dirige el funcionamiento, o al menos lo intenta ante las otras cuatro emociones, siempre a la orden del día para sopesar el idealismo de felicidad absoluta. Su trabajo es manejar las bolas de los recuerdos, las cuales motorizan el estado de ánimo de Riley y se envían al inconsciente para formar el engranaje de su sistema emocional. Hacía allí van a parar accidentalmente Alegría y Tristeza, absorbidas por el tubo de las bolas, así ambas deben regresar al centro de mando antes de que Riley colapse.
La principal atracción de Intensamente emerge en el segundo acto cuando se despliega el barroquismo de los diferentes espacios mentales: recuerdos de infancia, familia, juegos y hasta uno de representación abstracta (un homenaje al gran Chuck Jones). En ese viaje de regreso ambas se topan con el amigo imaginario de la infancia de Riley, un elefante rosado con rasgos de otros animales; el principal nexo entre ambas y el mundo inocente de la niña. Las evocaciones como operación de la memoria constituyen la estructura de la película, simbolizadas por las bolas que están bajo la guarda de Alegría y que debe mantener lejos del contacto de Tristeza: aquí se aborda otra de las cuestiones más remarcables y arriesgadas del director Pete Docter (no por nada fue el responsable de la obra maestra Up, probablemente de lo mejor de Pixar después de la trilogía Toy Story). A Tristeza durante toda la historia se la pretende excluir de la dinámica emocional de Riley pero la reivindicación de su personaje es el corazón de Intensamente. Así como la mencionada Up era un elogio de la vejez, esta película es un elogio de la tristeza infantil.
Hacia el último tramo hay una alarma que se enciende, es la falta de crédito en ese dispositivo creado sobre la memoria porque aparecen repetidamente flashbacks, como si el concepto de las bolas de recuerdo no fuese suficiente -ya a esta altura de la narración- para validar el verosímil construido. De todos modos, lo fundamental es que Pixar regresa del infierno metatextual al que estaba subsumido junto al Hollywood más acartonado, y este camino redentor lo encuentra reasumiendo el riesgo temático, es decir el abordaje de cuestiones que otros jamás se atreverían a materializar en films de animación familiar. En Intensamente se arriba a motivos de la psicología cognitivista pero también del llamado fenómeno “neurociencia”, y ambos no excluyen el entretenimiento clásico, la gran aventura y la construcción de personajes entrañables. La pureza del Pixar autentico está de vuelta, lo que no es poco para estos tiempos de llanura en el cine infantil.