Alguna vez iba a pasar: Pixar realizó una película mala. Es cierto que las Cars -en especial la segunda- no son demasiado brillantes, pero al menos tratan de divertir en lugar de dejar una enseñanza grabada a fuego. El asunto de la moraleja siempre fue lo que menos importó en Pixar hasta ahora: Intensa-Mente es una gran moraleja explicada una y otra vez. Cuenta la crisis de una nena de once años que se muda del campo a la ciudad desde el punto de vista de sus emociones básicas, personificadas por cinco seres que viven en su cerebro y que constituyen su mente. Dejemos de lado las neurociencias porque, si bien aparecen términos de esa disciplina salpicados por ahí, es lo de menos: la idea es que crecer es duro y que la felicidad de la infancia alguna vez se topa con la tristeza. Sí, puro perogrullo. También que madurar implica que las emociones no sean puras y que un recuerdo pueda ser al mismo tiempo alegre y triste. En fin, esas cosas que todos sabemos la película trata de ponerlas en la pantalla como aventuras. Pero resulta que todo es pura alegoría: la protagonista no corre, por ejemplo, ningún peligro. En el peor de los casos, se amargará y en algún momento se estabilizará. El problema de la alegoría es ese: sabemos que la “aventura” que se nos muestra no es tal, y lo sabemos todo el tiempo. Por eso es que el film aburre. ¿Ratatouille, Toy Story, Los Increíbles, Monsters Inc.? Borrados de la memoria.