Al final, al final hay recompensa.
Tarda en llegar, ya lo decía la canción, pero al final hay recompensa. Y todos aquellos seguidores y fanáticos de las películas de Pixar, quienes desde el estreno en el 2009 de Up estábamos esperando una película como Intensamente (Inside Out), hoy nos sentimos agradecidos y colmados del mejor cine de animación, como no se veía desde hace mucho tiempo.
Luego de cinco años de trabajo por parte del estudio, nos encontramos con la historia de Riley, una nena de 11 años, una edad en la que aún no se deja de ser un niño y nos faltan unos pasos para convertirnos en adolescentes. Su conflicto se plantea debido a una mudanza familiar, y es ahí donde se harán presentes los verdaderos protagonistas de la historia, las voces en la mente de esta niña, personificadas en cinco pilares de toda típica personalidad: Alegría, Tristeza, Desagrado, Temor y Furia.
Como en un viaje al interior, no sólo de Riley sino de nosotros mismos, exploraremos los temas que a veces a Disney, con tanta secuela, precuela, y repetición de argumentos, se le olvidan: el desarraigo, el sentir de una manera y actuar de otra, el ver la realidad desde otra perspectiva (la escena con los personajes dentro de la mente de la madre y del padre constituye una contraposición acertada de cómo podemos funcionar por dentro y mostrarnos por fuera), la lucha entre soltar a nuestro amigo imaginario de la infancia, y el estar pendiente del chico perfecto que nos empieza a gustar… en sí, lo difícil que puede resultar crecer.
Entonces no sería raro pensar en el personaje de Alegría como en una madre sustituta de Riley, pendiente de que todo en su vida vaya bien, siempre con una sonrisa, olvidando a veces que tal vez la tristeza nos haga crecer mucho más que la alegría misma. Si bien el estudio ha producido películas que tienen como protagonistas a autos, juguetes, peces, todas esas obras hablan de nosotros mismos, y en Intensamente no queda duda alguna; y hasta pareciera a veces, salvo algunas complicidades con el público adulto, que los niños las entienden mejor que nosotros.
Estamos ante un film con una calidad y claridad extraordinarias, tanto en la animación como en el guión, en función de las cuales saldremos saciados de buen cine, con todos nuestros sentimientos alineados en una sola dirección, el disfrute de lo bueno. Si bien no se apunta a un final abierto, bien valdría la pena una segunda parte, porque cuando probamos lo bueno, siempre queremos más. De lo mejor que se ha visto en el año, y con una enseñanza maravillosa: todos, definitivamente, necesitamos un poco de tristeza para ser felices.