Un guion mínimo, caprichoso, mandado a la ciencia ficción desde la palabra, donde unos compañeros de oficina terminan sin poder salir de una casa en el medio del campo repitiendo diálogos, sin sostener lo insostenible y con momentos ridículos.
Invasión trunca La temática extraterrestre no ocupa una parte importante de la filmografía nacional. Ernesto Aguilar (Caro Verde, 2008) parece haber tomado nota de esto y entrega Invasión Alien, una película con una premisa atractiva pero cuyo interés se diluye con el paso de los minutos. Horacio (Iñaki Moreno) y Olga (Brenda Pignolo) trabajan como telemarketers para una empresa en el medio de la nada. Al finalizar la jornada él la invita a dar una vuelta por ahí y de buenas a primeras terminan teniendo relaciones en el auto. Cuando el sol está asomando, Olga se levanta para darse cuenta de que Horacio se fue sin dejar rastro. No pasa mucho tiempo hasta que lo encuentra en una casa que, de forma misteriosa, está abastecida con suficientes alimentos para pasar unos cuantos días. Olga comienza a sentirse mal y junto a su compañero descubre que está embarazada. Este le confía que ha sido enviado por extraterrestres y que su misión es asegurar el nacimiento de la criatura y comenzar así con una invasión alienígena. Ernesto Aguilar ahonda en una temática que no ha sido muy explorada en el cine de nuestro país. A excepción de Hombre mirando al sudeste (1986) de Eliseo Subiela, los títulos que sobresalen han abordado el tema para un público infantil como Los Extraterrestres de Enrique Carreras y Las locuras del extraterrestre de Carlos Galettini. De esta manera, Aguilar trata de innovar pero se queda a mitad de camino. En la voz de Horacio, se sobreexplican algunas cosas como por ejemplo por qué no pueden escapar pero se queda sin respuestas y con cara de perdido cuando Olga plantea la que tal vez sea la pregunta más interesante de la película. Es en este punto donde el director se vuelca más hacia el terror y deja de lado el suspenso que había sabido manejar con buen tino hasta ese momento. La secuencia como el sueño de Olga donde da a luz o la persecución final rompen con el clímax de la cinta y, en el medio de estas, hay otras escenas que rozan lo absurdo. A pesar de haber abordado un área poco explorada en el cine nacional, Invasión Alien no reúne los méritos suficientes, y queda muy lejos del tono que Eliseo Subiela le supo dar a Hombre mirando al sudeste.
Ciencia ficción indiferente Olga y Horacio son compañeros de trabajo. Una noche, un viaje en auto revelará un deseo mutuo que ambos ocultaban celosamente. Pero un desperfecto los dejará varados en un camino desierto, donde hallan una casa semiderruida en la que terminan atrapados y en la que encuentran pronto señales de la presencia de seres de otro planeta. Sobre esta base de ciencia ficción, género muy poco tratado en la cinematografía local, el director Ernesto Aguilar construye una trama algo morosa, apenas aligerada por alguna escena de suspenso, abrumada por largos diálogos entre la pareja de desgraciados amantes, que tratan de desentrañar su destino y la identidad de sus captores. Iñaki Moreno y Branda Pignolo procuran dar veracidad a sus respectivos personajes. Los rubros técnicos no salen de una mediocridad que se contradice con la intención de originalidad que asume el film.
Excesos de autor Un juego discursivo sin peso suficiente como para supeditar un relato sin sostén argumental. Olga (Brenda Pignolo) y Horacio (Iñaki Moreno) trabajan en Fantastic Travel, una agencia de viajes en la que discuten técnicas de conquista mientras atienden a los clientes. Lo normal. Pero a Horacio se lo ve raro, además de ser español, abotona su camisa hasta el cuello y sus diálogos desorientan a cualquiera. Así comienza Invasión alien, un filme independiente del prolífico director de filmes independientes Ernesto Aguilar. Como es ficción, ciencia ficción, el barbado agenciero consigue invitar a Olga a una cita. Fácil cita. Encerrados en el auto, parten hacia el bosque mientras se clavan un vino del pico y hablan de bueyes perdidos. Pero lo único que quieren es tener sexo. “¿Alguna vez tuviste sexo por dinero?”, pregunta él ya sin candidez. Así pasa la noche, y hasta allí la película podría ir hacia cualquier lugar. Pero ya lo dice el título, vendrán los aliens, y junto a ellos, todo lo que vendrá después, parece una mala resaca. Sonidos que aturden, un bosque y una casa de la que no pueden huir sin más argumentos que un supuesto campo electromagnético del que solo habla Horacio y una heladera que hasta tiene cerveza. Ficción surrealista con grandes dificultades para atrapar, y un encierro que es más libre que claustrofóbico. “Me hace acordar a una película de terror”, dice Olga. Y comienza otra sucesión de desenlaces bizarros. Pasan los días y Olga descubre que está embarazada. Sueña con un alien, con un parto traumático, mientras Horacio le sigue contando historias de aliens. Ella no quiere al bebé, él sí, los aliens también. No sabemos qué harán, pero sí que estos alienígenas, otro exceso de la ciencia ficción, estarán pensando qué hacen en esta película.