El diablo en la mente.
Lo mejor que tiene Invocando al demonio podría haberse resumido en un monólogo teatral de unos 30 minutos: un hombre que lucha por sacarse al diablo de la mente y del cuerpo. Una especie de auto exorcismo en primer plano que incluso hubiera merecido un intérprete menos previsible que Shane Johnson en el papel de Michael King.
Todo lo que rodea a ese núcleo dramático es de bajo presupuesto y de dudosa calidad. La excusa para recurrir a la cámara en mano consiste en que King, un ateo empedernido, pretende hacer un documental para demostrar que los adivinos, espiritistas, exorcistas y demás personajes que lucran con lo sobrenatural son unos estafadores.
Tiene un motivo poderoso: su esposa murió luego de consultar a una tarotista que le pronosticó un futuro brillante como actriz y por eso descartó un viaje que iba a ser junto a su marido y su hijita. Esa fatal equivocación del destino moviliza a King en su cruzada contra el mundo esotérico.
Nietzsche decía que el peligro de mirar tanto tiempo al abismo es que el abismo entre por los ojos. Es exactamente lo que le ocurre al protagonista. Desde el momento de la posesión hasta el final, todo se reduce a esa lucha interior con un enemigo extraño.
Lamentablemente, David Jung (director y guionista) parece conformarse con una sola idea interesante -la del auto exorcismo– y deja lo demás librado a la inercia del género, con imágenes subalimentadas por falta de fondos y escenas que se alargan inecesariamente hasta quedar exangües.